Un recluso recién llegado, primero ha de ser privado de su ropa civil. Las guardias se mofan de él mientras lo desnudan. Despojado de las ropas que lo dignifican queda totalmente expuesto. Las manos en la nuca en posición de entrega, mientras una de las guardias sostiene una porra eléctrica justo detrás de él. Cualquier movimiento que despierte una leve sospecha de agresividad o resistencia le costará caro, ya fue advertido antes de ser desnudado. Ahora se ve indefenso, apretando los dientes por la rabia de ver como tres guardias femeninas se ríen de su situación, y con la incertidumbre sobre lo que puede haber cruzando la reja de la puerta de ingresos en aquélla curiosa prisión.

Antes era un agresor, un déspota orgulloso, un alfa entre hombres y mujeres. Ahora no es nada, una bestia a merced del capricho de sus guardianas. Ahora se impone un cambio de actitud repentinamente sólo por conveniencia, pero cuando vuelva a reinsertarse en la sociedad, una vez cumplido el programa de reeducación no será capaz de levantarle la voz a ninguna mujer.