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SUMISA INFILTRADA – EL ÚLTIMO DÍA

CAPÍTULO 7: EL ÚLTIMO DÍA

 

 

Hasta que llegó el último día… ese día me levanté un poco más temprano, le tenía preparado un par de sorpresas, pero me encontré con su lado de la cama vacío, miré en el baño y no estaba mi Señora… salí corriendo escaleras abajo, porque era extraño que mi Señora madrugase tanto, escuché ruido en la cocina y vi  luz por debajo de la puerta. Me dirigí hacia la puerta, al abrirla me encontré lo nunca visto en mes y medio que llevaba allí: mi Señora estaba con un delantal puesto haciendo un bizcocho, quería darme una sorpresa el último día de mi estancia, fui corriendo y emocionada le di un fuerte abrazo que mi Señora devolvió y me ordenó que me fuera a asearme y a cambiarme.

Subí corriendo, cuando me estaba cambiando oí entrar a mi Señora por la puerta y me ordenó que no siguiera cambiándome de ropa, que empezara a llenar la bañera pues «hoy teníamos que empezar el día con un buen baño», pillé en seguida la indirecta y, muy sutilmente, provoco la caída de mi tanga al suelo, mi Señora se dio cuenta y dijo:

—Mmmmm como se ha despertado mi zorrita…— E hizo lo mismo que yo, muy sutilmente y con más elegancia que yo se despojó de su tanga, yo me di la vuelta y me dispuse a poner el tapón a la bañera, abriendo ligeramente mis piernas y subiendo mis glúteos hacia arriba, mi Señora se acercó por la retaguardia y acarició mi clítoris, olió la mano y me dijo «tan temprano caliente zorra», me dio la vuelta y a la vez nos metimos en la bañera, empezó a sobarme mis pechos y a darme besos por todas las partes que podía, igualmente hacía yo, mi Señora me pidió que no parase y también me dijo que hoy tenía vía libre. Entonces mis manos se fueron hacia la zona de su clítoris, a mi Señora le pasaba lo mismo… se le iba la mano hacia mi clítoris. Cuando mi Señora me decía al oído, «tan temprano y ya me ha puesto caliente», se desató nuestra lujuria, en la bañera era una lucha cuerpo a cuerpo, la excitación estaba a flor de piel, gemíamos las dos, como locas, a ver quién hacía correrse a la otra primera, a final las dos terminamos por corrernos, cuando nos recuperamos nos enjabonamos una a la otra, por todas las partes de nuestro cuerpo, después mi Señora cogió la ducha y empezó a quitarme el jabón de todo mi cuerpo, cuando terminó me dio la ducha y le quité todo el jabón a mi Señora, empezamos a secarnos mutuamente, salimos de la ducha, nos dirigíamos hacia la habitación para ponernos la ropa, mi Señora se puso un vestido que nunca se lo había visto puesto en el tiempo que llevaba con ella, un vestido de andar por casa, yo a cambio, me puse mi  uniforme de gala, por orden de mi Señora, me puso el collar sin cadena y me dijo «venga vamos a desayunar». Bajamos por la escalera en dirección a la cocina y entramos las dos, yo me dirigí a coger el delantal de la cocina y mi Señora me dijo:

—Hoy ese delantal déjalo para mí, hoy el poco tiempo que te queda quiero ayudarte, para estar el máximo de tiempo contigo.

—Señora por favor, si me quiere ayudar, vale, correcto, pero por favor, coja este delantal que está limpio.

—Vale, dámelo. —Se lo puso y me indicó que estaba haciéndome un bizcocho, nos organizamos y cada una se puso con una tarea. Al rato sacó el bizcocho del horno y esperamos a que se enfriara para poder comerlo y empecé a hacer el café.

Al poco tiempo el desayuno ya estaba preparado y entre mi Señora y yo lo llevamos a salón-comedor, comencé a servirlo, mi Señora me concedió permiso para sentarme, sin que yo lo hubiera pedido, empezamos a desayunar y con una tertulia muy amena, mi Señora se puso algo triste por saber que tenía que irme, pero yo hábilmente, cambié la conversación para animarla, mi Señora entró al tapo se recuperó y se animó rápidamente. Terminamos de desayunar y me quedé recogiendo la mesa y fui a la cocina para limpiar los platos del desayuno.

Mi Señora bajó de la planta de arriba y se dirigió a ver cómo llevaba el asunto de recoger  y limpiar los platos de desayuno, ya había terminado con esa labor y estaba preparando los utensilios para la limpieza general de la casa.  Mi Señora me ordenó que lo guardase en su sitio y que me subiera a darme una ducha y ponerme lo que encontraría encima de mi cama. Me dejó fuera de lugar, coloqué los utensilios de limpieza en su lugar correspondiente y me quité el delantal de la cocina y fui hacia la habitación, al entrar vi un hermoso vestido, no quise tocarlo porque el uniforme tenía un poco de olor a sudor y a cocina del día anterior, me desnudé corriendo y me duché, al salir de la bañera me fijé que en el poyete del lavabo había un gran estuche de maquillaje con una nota: «es para ti, mí putita, ponte mona, besos húmedos», lo abrí y empecé a maquillarme, después me puse la lencería fina y me coloqué el vestido con mucho cuidado de no mancharlo con el maquillaje. ¡Gauuuu, qué preciosidad el vestido!, me quedaba prefecto, me marcaba el culo y me hacía un pecho perfecto, el que todas las mujeres sueñan, me puse los taconazos y mejor culo me hacían esos tacones, salí de la habitación de puntillas para no hacer ruido, igual bajé la escalera sin hacer nada de ruido, tenía la idea de darle una sorpresa. Abrí la puerta de la cocina y no estaba mi Señora en el interior, me di la vuelta con mucho cuidado y me encaminé de puntillas hacia el salón-comedor, y ahí estaba esperándome de pie mi Señora, con otro vestido casi igual negro, que le resaltaba toda su silueta al igual que mi vestido.

—Sorpresa, hoy te invito a comer fuera.

Yo me quedé de piedra, nos acercamos mutuamente para poder ver mejor los vestidos una a la otra, de frente las dos estábamos mirando lo guapísima que estaba la otra, nos dimos uno pico, de pronto sonó un claxon, era el de un Vct, salimos  y nos subimos en la parte trasera del vehículo, mi Señora le dio una dirección y un nombre de un restaurante. El conductor nos llevó hasta nuestro destino, nos bajamos y entramos en el local, era un restaurante de lujo, el camarero nos llevó a la mesa que tenía reservada y una vez acomodadas pedimos un vino y nos pusimos a mirar la carta, el vino entraba solo, pedimos la comida y empezamos hablar y a reirnos de lo que habíamos vivido.

De pronto, mi Señora empezó a darme con el pie  en mis piernas por debajo de la mesa, yo bebía vino y le decía a mi Señora «Señora no me hago responsable de lo que pueda suceder», mi Señora tomando un sorbo de vino se sonreía como si me faltasen ovarios, muy sutilmente dejé caer la servilleta al suelo, me levanté de mi asiento muy dulcemente y me agaché para recoger la servilleta acercándome bastante a mi Señora, y le di un beso con lengua delante de todo el restaurante, mi Señora se quedó bloqueada…

—Me ha encantado, pero no me lo esperaba… uffff chica, no me esperaba eso en este momento y aquí…

Volví a sentarme en mi asiento y con un voz pícara le pregunté:

—¿Está ya bien? Es que la vi un poco asfixiada y me preocupé por usted.

—Nunca voy a saber donde tienes tus límites zorra.

—Por eso soy una zorra, no tengo límites.

Mi Señora cambió el tema y me dijo que empezáramos a comer. Cuando terminamos salimos del restaurante y mi Señora, con lágrimas en los ojos, me hizo una pregunta:

—¿Volveré a verte? ¿Sabré de ti?

—Señora tranquila y tiempo al tiempo, déjeme que me organice y solo le puedo decir que volveré.

Nos despedimos y cada una tomamos caminos diferentes, yo iba andando para la parada de metro y mi Señora en dirección opuesta para tomar un Vtc.

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