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SISSY SÍ O SÍ

Arturo supo desde el primer instante que su forcejeo no serviría para nada. Por más que intentaba zafarse de las gruesas correas de cuero negro que inmovilizaban sus desinflados brazos y piernas, no había manera de escapar de aquella prisión horizontal en forma de cama en la que llevaba cautivo desde hacía ya un par de meses.

Todos los días, un equipo de media docena de jóvenes y bellísimas enfermeras repartidas en tres turnos, se encargaban de asearle, cambiarle los pañales, alimentarle, introducirle gruesos tapones de látex en su cavidad anal y administrarle, mediante inyecciones, hormonas femeninas con británica puntualidad.

Todas ellas le trataban con una severa corrección, dejándole a Arturo muy a las claras, que aunque se ocupaban de sus cuidados, eran ellas y solo ellas, las que tenían la sartén por el mango.

Tantas semanas en posición horizontal, le habían hecho perder su tonicidad muscular y eso, combinado con los anti andrógenos que inhibían en su organismo la producción de hormonas masculinas, le habían dejado débil como una gatita recién nacida y además, le habían procurado un aspecto de lo más femenino, despojándole de todo tipo de vello corporal y haciéndole crecer las mamas, que ahora adornaban su torso con un muy atractivo resultado.

En los primeros días, Arturo se había mostrado rebelde con respecto a sus captoras, negándose a comer, desobedeciéndolas y gritándolas en todo momento, pero pronto comprendió que toda resistencia era inútil.

Las severas enfermeras, le administraron sedantes que disiparon su mal humor y unos lubricantes que posibilitaron la introducción en el agujero de su culo de gruesos tapones anales que con el transcurso de los días, ensancharon su esfínter tanto, que las jóvenes que le cuidaban podían meter sus cinco dedos por el mismo, sin problema alguno.

Poco a poco, y gracias al placer anal que le procuraban los tapones y a las hormonas que le feminizaban cada vez más, Arturo cejó en oponer resistencia ante aquella estrambótica situación y fue poco a poco cediendo ante los mandatos de las enfermeras, que terminaron por penetrar al “paciente” con grandes consoladores de cintura, con la connivencia del mismo.

Ahora, su identidad masculina había sido destruida y olvidada,  y pasó de llamarse Arturo a responder ante el nombre de Laura.

En poco menos de tres meses, Laura recibió entrenamiento para ser la perfecta sissy de una Señora Dómina, aprendió a barrer, planchar, cocinar, maquillarse, vestir como toda una señorita y caminar elegantemente con tacones de quince centímetros.

Al término de su aprendizaje, sissy Laura, con el aspecto de una muy bella señorita, fue entregada al servicio de una Ama, que terminaría de domarla y aleccionarla como era debido.

Aquél fue otro triunfo más de la escuela de Sissys de Lady Monique de Nemours…

 

FIN

Autor: Laurence.

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