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LA ALUMNA – 4ª Parte

-Quítate esa ridícula falda y la camisetita ahora mismo.

Paula se esforzó, se puso de pie y se quitó toda la ropa sin rechistar. Su cuerpo reflejaba toda la tensión del día vivido, sudado por la tremenda carrera con imposibles tacones altos y su cara reflejaba las humillaciones vividas. Estaba allí de pie ante su estudiante favorita, sumisa, pasiva, esperando una orden suya. Ya no le quedaba dignidad ni orgullo después de todo lo que había hecho aquella tarde.

-Bien, perrita, ponte de rodillas sobre el sillón y apóyate en el respaldo, quiero tu culo bien expuesto.

Paula hizo lo que Alicia le ordenó, se apoyó en el respaldo, se puso de rodillas y alzó su culo. ¿Qué estaría pensando Alicia para la noche? Alicia le puso muñequeras en los tobillos y los ató a las patas del sillón.

-Ahora, Paula, quiero que me cuentes detalladamente lo que has hecho esta tarde. Mientras, te azotaré el culo con la fusta cada vez que hayas cometido un error. Las veces que te azote y el tiempo que te esté azotando también dependerá de lo interesante que sea tu historia.

El primer azote cayó con fuerza y Paula, sorprendida, gritó justo cuando empezó a hablar…

-Leí la nota y me escondí detrás de un seto para cambiarme y ponerme la ropa que usted me dio…

-¿Y quien te dijo que te escondieras detrás de un seto para cambiarte?, la nota ponía que te cambiaras donde estuvieses leyéndola -y le dio otro duro azote.

-Yo pensé… -y gritó ante otro azote.

-Ese es el problema, tú no tienes que pensar nada, sólo obedecer.

-Señorita Soto, lo siento, perdóneme -suplicó Paula. Su culo estaba ardiendo y sus piernas le dolían y sentía calambres.

Paula siguió contándole la historia de cómo transcurrió la tarde. Tardó unos 45 minutos en contarle todo y recibió alrededor de 50 azotes. Al final del relato, Paula apenas balbuceaba.

Se sentía avergonzada de tener que ir contando todo paso a paso, recordando los momentos de humillación y de profesora31degradación. Alicia la azotaba casi constantemente y con una dureza inusitada. Estaba rota. Una vez terminado el relato, Alicia se sentó cómodamente muy sonriente.

-Bien, perrita, está visto que naciste para ser una esclava. Lo has hecho todo muy bien y esta noche seré indulgente contigo.

Alicia desató los tobillos de Paula, que sollozaba desconsoladamente.

-Ahora coge los condones con las corridas y guárdalos en el congelador. Luego, puedes ir a ducharte y dormir en el suelo al lado de tu cama. Esta noche dormiré en tu cama, así que estate bien calladita y no te muevas en toda la noche. Despiértame a las 7:30 para desayunar, pero tú te levantarás a las 6 de la mañana, me prepararás el desayuno, te quiero bien despierta cuando me llames.-Muchas gracias, señorita Soto, se lo agradezco.

Paula hizo lo que le dijo Alicia y tras la ducha se tumbó en el suelo de su habitación y durmió profundamente hasta que el despertador sonó a las 6 de la mañana.
Cuando Paula se despertó se sentía muy cansada y su culo aún le dolía. Se lo miró en el espejo y se le notaban bien las marcas.

Entró en el baño y se lubricó el ano y como también tenía ordenado, se masturbó hasta casi correrse, parando justo a tiempo. Se sorprendió de que su coño reaccionara tan rápidamente. Se dio una ducha rápida y tras secarse, volvió a mirarse al espejo, tenía muy marcado el culo, era casi imposible que la volviera a azotar hoy. Rompiendo las reglas se sentó en el váter para mear, no pensaba que aquello fuera grave. Se puso sus tacones más altos como de costumbre y se dirigió a la cocina para preparar el desayuno de Alicia. Ella estaba hambrienta y estaba dispuesta a hacer todo lo posible por tener una comida decente por fin.

A las 7:30 se dirigió desnuda, sólo con sus tacones, a despertar a Alicia.

-Buenos días, señorita Soto, su desayuno está listo.

Alicia se levantó y pasó revista a su perrita. Estaba contenta, Paula tenía su ano preparado y lubricado, su coño estaba muy mojado y estaba completamente desnuda y sólo con sus zapatos preferidos. Su adiestramiento estaba dando sus frutos.

-¿Dónde está tu collar, perrita?

Paula, aterrada, corrió hacia su bolso y se puso inmediatamente el collar.

-Lo siento, señorita Soto, perdóneme, no me castigue.

-A partir de hoy te referirás a ti en tercera persona, por ejemplo: «su perrita lo siente…, por favor, no castigue a su perrita…». Cuando nosotras estemos en la escuela o con tu hija delante, hablarás normalmente.

-Gracias, señorita Soto, su perrita lo siente.

Alicia sonrió y señalando al suelo, indicó a Paula que fuera a cuatro patas y cogiendo la correílla, tiró de ella hacia la cocina.

Paula había preparado tostadas, café y zumo para Alicia. Su estómago reclamaba comida.

-¿Está la perrita hambrienta? -preguntó Alicia.

-Su perrita tiene mucha hambre, señorita Soto.

-Bien, sólo voy a tomar el café y el zumo hoy, así que te puedes comer esto -dijo Alicia tirando las tostadas al suelo.

Paula tenía tanta hambre que se abalanzó sin pudor sobre las tostadas y las cogió con las manos.

-¿Qué haces?, las perras no usan las manos para comer. Cuando termines, limpia todo esto y te espero en tu cuarto en diez minutos.

Paula comió todo lo rápido que pudo las tostadas directamente del suelo con su boca, limpió todo y se dirigió corriendo a su cuarto dentro de los diez minutos exigidos.

Alicia la estaba esperando sentada en la cama. Le ordenó que se pusiera el consolador en el culo delante de ella. Paula cogió el miembro y se alegró de tener lubricado su ano. Se puso ligeramente en cuclillas y se metió el consolador hasta el fondo.

-No te lo quitarás bajo ninguna circunstancia sin mi permiso -le dijo Alicia.

-Sí, señorita Soto, su perrita no se quitará el consolador de su ano sin su permiso.

-Ven aquí, Paula.

Paula se incorporó y se dirigió ante Alicia hasta quedar delante de ella.

-Juega con tus pezones, pellízcalos y que se pongan bien duros.

Paula comenzó a pellizcar sus pezones, que respondieron rápidamente. Su cuerpo nunca había estado tan sensible, cualquier estímulo le afectaba. Se negaba a creer que disfrutara tanto siendo tratada de esa manera.
Cuando Alicia entendió que los pezones estaban en su máxima dureza, extendió su mano y puso una pequeña pincita en cada pezón. El dolor era mínimo, pero sus pezones se hincharon un poco. Al poco comenzó a sentir un dolor cada vez más punzante y sus pezones se pusieron extremadamente sensibles.

-Estas pinzas se quedarán ahí hasta que yo te diga lo contrario, igual que con el consolador de tu culo.

-Sí, señorita Soto, su perrita ha entendido la orden.

-Aquí tienes la ropa para el día de hoy. Vístete, maquíllate y te espero abajo en quince minutos.

-Sí, señorita Soto, su perrita lo hará.

Paula miró la ropa que Alicia le había dejado encima de la cama. Una típica falda de colegiala a cuadros, ligueros y medias, una camiseta corta roja y una blusita de seda blanca con los botones de arriba arrancados y unos tacones altos de color rojo. La falda era cómoda, pero tenía que tener cuidado ya que con el más mínimo movimiento se veía el final de las medias. La camiseta roja era claramente visible a través de la transparente blusa, al igual que sus abultados pezones.

Lo peor era lo apretada que estaba la camiseta, varias tallas más pequeñas que la suya y la presión que ejercía sobre los pinzados pezones. Cada movimiento le causaba un agudo dolor por el roce de la camiseta en sus sensibles pezones, pero a la vez le enviaba escalofríos de placer a su coñito.

Su cuerpo era su propio enemigo, tendría que autocontrolarse durante todo el día, tendría que detener los orgasmos que seguramente le irían llegando durante la jornada. También el consolador profundamente insertado en su ano le era igual de incómodo, pero también hacía que aumentaran las sensaciones en su cuerpo. Cuando Paula se miró por última vez en el espejo, vio claramente sus hinchados pezones pinzados a través de la camiseta y era completamente imposible ocultarlos. Paula fue a la cocina a reunirse con Alicia.

-¿Has usado hoy el baño, perrita?

-No, señorita Soto, su perrita no ha usado hoy el baño.

-Bien, ve al jardín y haz tus necesidades allí, ya que hoy no usarás el baño en todo el día.

Paula, avergonzada, sobre todo por haber ocultado a Alicia que sí había usado el baño esa mañana, salió al patio, se alzó la falda y abriendo sus piernas orinó delante de su alumna, sintió esa vergüenza como un duro castigo, nunca más le ocultaría nada.

-¿Lista para irnos, perrita?

-Sí, señorita Soto, su perrita está lista -dijo Paula comprobando por última vez si el consolador de su culo y el collar estaban en su sitio.

-Aquí tienes tu almuerzo, perrita y quiero que pongas los otros consoladores en tu bolso. Nunca se sabe cuándo los vas a necesitar.

Paula se apresuró en ir a buscar los consoladores y ponerlos en su bolso.

-¿Señorita Soto, su perrita necesitará hoy su bolsa de deporte?

-Sí, perrita, después del trabajo irás a hacer ejercicio y luego Sonia y yo iremos a recogerte para ir al centro comercial para cenar y hacer unas compras.

A Paula aquellas palabras le produjeron un efecto muy desagradable. «Ir juntas con su hija al centro comercial, ¿Qué estaría tramando ahora Alicia?», pensó.

Después de llegar al aparcamiento de la Facultad dieron un doloroso paseo para acostumbrar sus tiernos pezones y su ano al día que le esperaba. Antes de separarse de Alicia para comenzar el día de clase, ésta le dio las instrucciones a seguir durante las horas lectivas:

*Debía moverse constantemente por el aula paseándose de arriba abajo mientras daba clase, para que todos pudieran admirar sus abultados pezones.

*Debía comer el almuerzo en el comedor de la Facultad, de pie, pero sin mirar el contenido hasta que no estuviera allí.

*No podía usar el baño, pero tenía que beber durante toda la mañana, al menos un litro de agua y durante el almuerzo dos latas de Coca-cola.

*Después del almuerzo, iría rápidamente a su aula y se masturbaría, pero tenía que parar justo al borde del orgasmo.

-Que tengas un buen día, perrita -y Alicia se fue hacia su próxima clase.

Ya desde el primer momento que comenzó la primera clase, Paula se dio cuenta de que sería un largo y duro día.

profesora32El roce de la camiseta sobre sus pezones le enviaba descargas eléctricas directamente a su coñito.

El consolador en su ano se movía con cada paso que daba y podía sentir cómo su coño goteaba y un delgado hilo de sus jugos resbalaba por sus muslos. Durante la segunda clase, las medias sobre sus muslos estaban mojadas con su néctar.

Afortunadamente ese día a la tercera hora no tenía clase y se dirigió al baño para limpiar su coño, sus muslos y las medias, pero entonces recordó que tenía totalmente prohibido entrar en el baño. Así que volvió a su aula y cerró la puerta con el pestillo y cogiendo unos Kleenex se limpió sus muslos y su goteante coño.

Estaba tan sofocada y caliente que no podía imaginar aguantar todo el día en ese estado. Justo al principio de su siguiente clase, se levantó de nuevo la falda y volvió a secar su coño con pañuelos de papel. Al terminar esta cuarta hora su coño de nuevo estaba inundado y chorreante. Agradecía que la próxima hora era la del almuerzo.

Antes de dirigirse al comedor de la Facultad y una vez se fueron todos los alumnos, Paula aprovechó para secarse de nuevo. Una vez en el comedor, se mantuvo de pie junto a una mesa y abrió la bolsa de su almuerzo y encontró una nota:

«Estimada perrita:
Tienes que usar toda la «salsa» que va en las bolsitas y dejar totalmente limpio el recipiente.
Alicia»

Paula plegó la nota rápidamente y sacó el recipiente de plástico con la ensalada. Casi se desmaya al ver las bolsitas con la «salsa» encima de sus acostumbradas lechugas. Eran los dos condones completamente llenos con las corridas de los hombres del día anterior.

Sin ninguna otra opción, Paula abrió los condones y cuidadosamente y con todo el disimulo posible, vertió todo el contenido sobre las hojas de lechuga y de nuevo con rapidez escondió los condones completamente vacíos al fondo de la bolsa de su almuerzo. Ella hizo todo esto, en el momento en que algunos compañeros se sentaron en la mesa que tenía al lado.

Comenzó a charlar todo lo animadamente que podía con sus compañeros mientras comía las lechugas aderezadas con abundante esperma. En varias ocasiones tuvo que rechazar las invitaciones a sentarse a la mesa y contestaba que estaba mucho tiempo sentada y que de pie estaba mucho mejor.

Se sentía profundamente avergonzada de estar comiendo el esperma de extraños como condimento de su ensalada delante de sus compañeros, que no tenían ni idea ni podían imaginar lo que ella estaba haciendo. Menos mal que las latas de refresco la ayudaban a digerir aquel mejunje. Además tenía que comerse rápidamente todo para que le diera tiempo de llegar a su aula cuando no había nadie y masturbarse, aunque pensó que tampoco se tendría que masturbar mucho por el gran nivel de excitación que tenía y que demostraba su coño, que no dejaba de chorrear jugos.

Cuando terminó con la lechuga, pasó sus dedos para recoger los restos de esperma que quedaban en el recipiente y luego se lamió los dedos, finalmente pasó su lengua por el recipiente hasta dejarlo reluciente. Sus compañeros hicieron alguna broma al respecto, comentándole lo buena que tenía que estar la salsa de la ensalada para que se relamiera de esa forma tan poco educada.

Mientras se dirigía al aula, tenía verdaderas ganas de vomitar, pero se retuvo con bastante eficacia. Cerró de nuevo la clase y de pie, alejada de la puerta, sacó el consolador negro de su bolso y se lo metió profundamente en su encharcado coño. Con sólo meterlo y sacarlo unas cuantas veces ya estaba a punto de correrse y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para detenerse y volver a meter el consolador negro en su bolso, después de limpiarlo eficazmente con su lengua. Se limpió rápidamente su coño y sus muslos con un pañuelo de papel justo cuando llamaban a la puerta de su clase. Eran sus alumnos de la primera hora de la tarde, entre ellos estaba Alicia, que al pasar a su lado le susurró…

-¿Cómo estuvo el almuerzo?

Paula se ruborizó profundamente mientras observaba a Alicia sentarse en su sitio.

-¿Qué es ese olor, Paula? -preguntó Alicia en voz alta.

Paula comprendió de repente que había un olor característico en el ambiente de sexo. Su coño goteaba constantemente y los pañuelos de papel que había usado durante todo el día estaban en su papelera impregnando el ambiente del olor de su propio sexo. Ese olor recordaba el que quedaba en su habitación después de una noche de sexo. Con la cara totalmente roja, contestó…

-No lo sé, lo vengo notando desde esta mañana.

Durante el resto de la tarde le fue imposible concentrarse. No podía dejar de oler y sentir el desagradable olor que expelía su aliento del esperma que tuvo que comer durante el almuerzo.

Al final de la tarde, Alicia fue a su aula y le quitó las pincitas de sus pezones. Sintió cómo la sangre volvía a circular por sus pezones y un terrible dolor se apoderaba de ellos, un dolor que le hizo flaquear las piernas.

-Ahora deja los dos condones usados encima de la papelera para que los vea el de la limpieza cuando venga a vaciarlas. Vamos al coche, te llevaré al gimnasio.

Al llegar al coche, Alicia le pidió las llaves y se montó en el lado del conductor, luego le dio una nota a Paula.

-Aquí están las instrucciones para la perrita en el gimnasio. Móntate.

Paula metió la nota en su bolsillo y se sentó al lado de Alicia. Cuando llegaron a la puerta del gimnasio le dijo Alicia…

-Sonia y yo te recogeremos aquí mismo dentro de dos horas, puedes leer tus instrucciones dentro del vestuario -y Alicia se marchó.

Paula entró en el gimnasio y cuando llegó a su armario, abrió la nota de Alicia y la leyó:

«Estimada perrita:
En el vestuario te quitas el consolador del culo y después de ponerte el equipo de ejercicios harás lo mismo de ayer durante una hora, pero tienes que añadir 15 minutos más de abdominales y 15 minutos más de pectorales. Después te duchas y una vez te hayas secado, te lubricas el culo y te vuelves a meter tu consolador. Tienes que procurar que en el vestuario haya al menos una mujer que vea claramente sacarte y meterte el consolador en el culo. Te espero fuera en dos horas, no te retrases.
Alicia».

Paula se fue desnudando mirando a su alrededor con la mala suerte de que no había nadie en su pasillo. Una vez desnuda, volvió a mirar y escuchó al otro lado de su fila a alguien trasteando en un armario. Miró el reloj, no había tiempo, tenía que actuar deprisa, no sabía qué hacer. Pensó en ir al otro pasillo y hacerlo descaradamente delante de la otra mujer, pero era demasiado. De repente, otra mujer entró en su pasillo y abrió una taquilla próxima a la suya.

Estaba de suerte. La mujer se quedó mirándola, extrañada de verla desnuda allí en medio sin estar vistiéndose o profesora33secándose y fijándose en las extrañas marcas que Paula tenía en el culo.

Cuando Paula vio que le miraba el culo, se inclinó un poco echándolo hacia fuera y alargando la mano. La mujer la miró muy sorprendida al ver cómo Paula sacaba un consolador con forma de pene de su culo y lo guardaba en el armario.

La mujer se dio prisa en hacer lo que fuera, porque casi al instante de Paula guardar el consolador, salió deprisa del vestuario.

Paula se avergonzó mucho, pensando que quizás la mujer salió fuera para contarles a todos lo que acababa de presenciar. Se vistió rápidamente con una camisetita corta y unos culottes de Lycra demasiado pequeños para ella y se dirigió a la sala de ejercicios.

Paula se apresuró en hacer todos los ejercicios que tenía programados ante las miradas suspicaces de los otros usuarios, no dejaba de sentirse muy humillada, no sólo por cómo iba vestida, sino imaginando que todos sabían que le gustaba llevar pollas de goma en su culo.

Se duchó rápidamente, centrándose mucho en su coño, que había empapado completamente su culotte de tanto chorrear al sentir la fricción de la prenda contra su clítoris desnudo. Sus pezones también estaban muy sensibles y doloridos al haber estado atrapados con pinzas casi durante todo el día.

Cuando terminó de ducharse, sólo le quedaban diez minutos para salir a la calle, casi no había tiempo. Al salir de las duchas y entrar en el vestuario, éste estaba casi atestado de mujeres. No tenía tiempo a que se vaciara y se vistió rápidamente con la misma ropa con la que había llegado. Una vez vestida, sacó el bote de lubricante de su bolso, se alzó la faldita y se lubricó el ano.

Muchas mujeres dejaron lo que estaban haciendo y la miraban estupefactas y con descaro. Sin alzar la cabeza, totalmente avergonzada, Paula cogió el consolador, se inclinó y comenzó a introducírselo lentamente hasta que estuvo alojado en su ano profundamente. Un murmullo de sorpresa recorrió todo el vestuario justo cuando el consolador se perdió entre sus nalgas.

Recogiendo sus cosas salió rápidamente de allí mirando su reloj. Al salir fuera, diez minutos tarde, estaba su coche aparcado en la acera. Se acercó a la ventanilla bajada del conductor y asomándose le dijo a Alicia…

-Lo siento mucho, no he podido terminar antes. Perdóneme por retrasar la cena…

Antes de decir nada más como que la perrita estaba afligida o la coletilla acostumbrada de señorita Soto, escuchó la voz algo sorprendida de Sonia en el asiento de al lado, extrañada por tantas disculpas…

-Mamá, no te preocupes, si no hay problema, ni prisas…

Alicia miró fijamente a Paula con una fría sonrisa en sus labios. Mientras Alicia conducía hacia el centro comercial, Sonia mantuvo una animada charla con su madre, que se esforzó al máximo en parecer natural, sobre todo por los elogios de su hija con referencia a su juvenil atuendo, aunque algo extrañada por usar faldas tan cortas que dejaban ver sus muslos claramente, incluso se veía el final de las medias y aquellos tacones tan altos y atrevidos. También Sonia le comentó que con esa camiseta se le veían algo los pechos, nunca se imaginó tener una madre tan sexy.

Paula no sabía casi ni qué contestar, pero todo quedó salvado cuando su hija le comentó que le encantaba su nueva imagen, que no imaginaba tener una mamá tan juvenil, sexy y divertida, que estaba orgullosa de ella y que no se parecía a las aburridas madres de sus compañeras. «Menos mal», respiró aliviada y feliz Paula, pensando que incluso su hija estaba orgullosa y encantada con su nueva imagen y que no sospechaba absolutamente nada de lo que realmente estaba ocurriendo e ignoraba su nueva condición de perra.

Cuando llegaron, Alicia le comentó a Sonia que podía adelantarse para coger mesa antes de que no hubiera ninguna disponible. Aún en el aparcamiento, cuando Alicia y Paula se quedaron solas, Alicia le dio dos tremendas bofetadas a Paula.

-En la vida se te ocurra volver a hacerme esperar, perra asquerosa. Esta noche te castigaré como mereces.

Alicia se volvió y se dirigió hacia el centro comercial con paso seguro, haciéndose la ofendida, mientras Paula la seguía tímidamente frotándose sus mejillas. Alcanzó a Alicia justo cuando entraba por la puerta del restaurante. Se dirigieron hacia la mesa que Sonia había cogido. Para incomodar a Paula, Alicia le dijo…

-Siéntate al lado de Sonia, Paula.

Paula, incómoda y muy nerviosa, sentada al lado de su hija, comía unas hojas de lechuga secas y una pequeña taza con fruta que Alicia le pidió mientras Sonia fue al baño. Sonia y Alicia se atiborraron de buena comida, incluyendo exquisito postre de chocolate. Después de cenar, Alicia le dijo:

-Paula, Sonia y yo hemos pensado en darte una sorpresa, hemos decidido que te vendría bien entrar en la peluquería para hacerte un peinado más adecuado a tu nueva imagen, incluso ya hemos cogido hora.

Paula no tenía ni idea de lo que le decía Alicia y simplemente dijo «gracias».

Paula se sentó en la silla de la peluquería mientras Alicia hablaba con el estilista y luego le dijo que Sonia y ella vendrían a buscarla en una hora.

El peluquero le dio la vuelta al asiento para que Paula no viera lo que iba a hacerle a su pelo. Después de unos cincuenta minutos, por fin Paula pudo ver el nuevo corte. Además de tener su pelo moreno con mechas blancas, se lo había cortado un poco más. Se vio mucho más joven de lo que nunca había imaginado. Entonces el estilista le dijo…

-Señora, la joven también me pidió que le hiciera nuevos agujeros en sus orejas.

Paula pensó que simplemente le harían un segundo agujero en cada oreja.

-Lo que las chicas hayan pedido estará bien, quieren sorprenderme con una nueva imagen.

El estilista comenzó con la operación y antes de que Paula se diera cuenta tenía cinco nuevos agujeros en cada oreja, que iban desde el lóbulo hasta arriba de su oreja. Todos los agujeros quedaban bien visibles con los nuevos aros de plata debido al nuevo y elegante corte, más corto que el anterior.

Entonces llegaron Alicia y Sonia…

-¡Mamá, estás fantástica, se te ve como de mi edad, estás increíble, me encanta…!

Alicia simplemente sonrió mirando fijamente a los ojos de su avergonzada profesora. Alicia habló con Sonia y le comentó que podía reunirse con sus amigos en la tienda de música mientras ella y su madre tomaban algo y hablaban de su trabajo y que en una hora la recogerían.

Alicia fue a pagar la peluquería con Paula y le susurró:

-Pide cita para depilar completamente todo tu cuerpo a la cera, para el viernes a las seis de la tarde.

Paula hizo lo que le ordenó Alicia. Entonces se dirigieron a una joyería, donde Alicia había hecho un pedido de una pulsera de plata para el tobillo, con la inscripción «perrita». Cuando dejaron la joyería, Alicia le dijo:

-Esta noche te pondré la pulsera en tu tobillo después de tu castigo.

Después fueron a la tienda de ropa para adolescentes donde compraron días antes la nueva ropa de Paula. Alicia le pasó a Paula un par de vaqueros descaradamente estrechos.

-Pruébate estos.

Paula entró en el probador y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para encajarse los vaqueros, definitivamente eran demasiado estrechos y se le clavaban en su culo y en su coño exageradamente. Recordando días antes, Paula se puso sus tacones altos y salió del probador para que Alicia la viera.

Alicia la examinó atentamente. Incluso se sorprendió y le pareció increíble que Paula hubiera entrado en aquellos vaqueros, definitivamente tenía que estar muy incómoda y apretada observando con detenimiento lo profundamente que estaba metida la tela en su raja.

-Bueno, quítatelosy te espero enfrente.

Cuando Paula se reunió con Alicia ésta le dio un paquete…

-He comprado estos y lógicamente los he cargado en tu tarjeta.

Paula no se lo creía, en la bolsa había unos vaqueros idénticos a los que se probó, pero de una talla menor, ¡¿cómo haría para metérselos?! Además había una camiseta grande. Se reunieron con Sonia y se encaminaron hacia casa. Paula fue todo el camino pensando en el castigo que le esperaba más tarde. A ella le gustaba que la castigara, pero estaba segura de que no le agradaría lo más mínimo.

Cuando llegaron a casa, Sonia se fue a su cuarto diciendo que se iba a acostar ya, que estaba muy cansada. Alicia le dijo a Paula que esperarían un poco para asegurarse de que Sonia dormía y que se fuera preparando.

Paula entró en su dormitorio y se desnudó, luego se puso los tacones más altos y esperó preocupada por el tremendo enfado que tenía su «Dueña».

¿Qué estaba pensando?, ¿su «Dueña»?, ¿ya estaba concienciada de que Alicia era su «Dueña?, ¿tan bien había asimilado ya su papel de esclava?, ¿tanto le gustaba aquello?, pensó pasando su mano por el collar de su cuello.

Alicia llegó pasados unos diez minutos, encontrando a su profesora desnuda, sólo con sus tacones más altos y su collar, esperándola. Se dirigió decidida hacia Paula y le agarró los pezones con cada mano tirando sin piedad hasta que Paula estuvo de rodillas ante ella. Continuó pellizcando y retorciendo inmisericorde los sensibles pezones de Paula hasta que las lágrimas rodaron por las mejillas de su profesora.

-¡¡¡No se te ocurra hacerme esperar de nuevo en toda tu vida, ¿entendido?!!!

Alicia hizo la pregunta retorciendo cruelmente los pezones.

-Sí, señorita Soto, su perrita no volverá a llegar tarde nunca, su perrita lo siente y está muy arrepentida -casi gritó Paula sollozando.

Alicia estaba contenta, el adiestramiento de su perrita iba a la perfección y Paula había asumido su nuevo papel muy rápidamente.

-Quítate el consolador del culo, perra.

Paula llevó su mano atrás y sacó el consolador.

-Métetelo en la boca y límpialo bien. Pero métetelo entero en la boca, quiero que desaparezca en ella, hay que acostumbrar esa garganta a recibir pollas hasta el fondo.

Paula se esforzó en tragar todo el consolador y no vomitar al mismo tiempo. Alicia la observaba con una sonrisa maliciosa en su cara. Paula lo consiguió, se introdujo el miembro entero en su garganta con cara angustiada, pero se lo tragó hasta el límite.

-Pon tu cara pegada al suelo, tu culo bien alto y alzado y tus manos entre tus piernas.

Paula adoptó la humillante posición.

-Acaríciate el coño.

Paula extendió sus manos. Su coño y su ano estaban completamente expuestos a los deseos de su alumna.

-Perrita, me has hecho enfadar mucho, pero por otra parte cada vez te portas mejor y aprendes rápido, por eso he pensado limitar tu castigo a diez azotes, uno por cada minuto que me has hecho esperar, pero serán diez en tu culo, diez en tu ano y diez en tu coño. Y para que soportes mejor el castigo toma tu consolador negro (Alicia se lo entregó) y métetelo en el coño, pero no se te ocurra correrte, ¿comprendido?

Alicia miró atenta el ano y el coño de Paula, que cabeceó asintiendo con su boca enteramente llena con el consolador de su culo. Luego cogió el consolador negro y se lo metió en el coño bastante profundamente, cada vez el enorme aparato le entraba más adentro y además resbaló fácilmente por lo mojado que tenía su coño. Los azotes con la fusta comenzaron a caer en su culo mientras Paula gemía a través del consolador.

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Después de terminar los diez azotes del culo, Alicia sonrió viendo cómo había desaparecido en el coño de su perrita más consolador, aquello era un nuevo record. Su ano estaba completamente ofrecido mientras movía el consolador adentro y afuera de su coño. Alicia apuntó y certeramente comenzó a azotar justo en el delicado ano de su profesora. Paula gemía y no dejaba de mover su culo, parecía que pedía aún más. Su ano le ardía y el dolor le llegaba muy profundamente, tanto como el consolador negro que la penetraba cada vez más y más.

Alicia se dio cuenta de que los azotes en el sensible ano le llevaban a Paula hasta casi el orgasmo, así que de un tirón le arrancó el consolador negro del coño y azotó éste sin piedad, rápidamente, sin descanso, para frenarle el orgasmo. Los gemidos de Paula eran cada vez más desesperados, pero aguantó los terribles y certeros azotes de Alicia.

Cuando ésta paró, bajo Paula en el suelo, había dos charquitos. Uno, de los jugos que goteaban de su coño y otro, de las lágrimas mezcladas con la saliva que salía por la comisura de sus labios. Alicia cogió una cuerda y ató las manos de su profesora a su espalda. Después cogió la pulsera y se la puso en el tobillo derecho a Paula.

-Nunca te quitarás esto bajo ningún concepto, y cuando digo nunca es nunca, lo llevarás por siempre.

Luego puso el reloj a las 6:30 de la mañana.

-Tú dormirás en el suelo como siempre, yo me iré a mi cuarto. Dormirás con el consolador que tienes en la boca y con el consolador negro en tu coño. Cuando te despiertes procura llegar rápido a mi dormitorio y me despiertas suavemente para que desate tus manos y dejar que te saques los consoladores de tu cuerpo antes de que te duches y te masturbes como cada mañana -y Alicia salió del dormitorio de Paula.

Cuando Paula despertó al día siguiente, seguía con el consolador profundamente metido en su boca. Se esforzó en ponerse de pie, y en cuanto lo consiguió se dirigió rápidamente hacia el cuarto de Alicia. Con el codo despertó a su Dueña suavemente. Su boca le dolía mucho de estar toda la noche abierta, pero por otra parte estaba cada día más contenta con su situación.

Miércoles y jueves, más o menos transcurrieron tranquilamente. Como Sonia no tuvo ninguna actividad importante y estaba cerca de su madre, Paula tuvo tranquilidad y sus pezones y su ano se vieron libres de presiones en esos días. Pero la falta de comida en condiciones y el ejercicio diario en el gimnasio pasaban factura a Paula. Había perdido peso y ciertas partes de su cuerpo estaban más firmes.

Sus pies y sus piernas se acostumbraron a llevar constantemente tacones altísimos y estaba muy agradecida de no tener que llevar los más altos cuando estaba Sonia cerca o iba al trabajo. Durante esos dos días Alicia estuvo casi todo el tiempo junto a Sonia, que no dejaba de cuidar y alabar a su madre, orgullosa de su nueva imagen juvenil y desenfadada.

Pero el viernes todo cambió. Después del desayuno, donde Alicia no le permitió a Paula tomar absolutamente nada, la llevó a su cuarto y le metió dos bolas en su coño. Nunca había sentido en lo más profundo algo como esas bolas y su coño estaba intensamente excitado.

-Recuerda que no te está permitido correrte y hoy no te limpiarás, espero que con las bolas ahí metidas no chorrees mucho hoy, perrita.

Alicia escogió para Paula una camiseta azul clarita y una minifalda también azul. El liguero era del mismo color y las medias blancas. Alicia le ordenó que llevara sus tacones más altos durante todo el día.

-Recuerda, nada de entrar en el baño y asegúrate de beber al menos seis vasos grandes de agua.

En el coche hacia la Facultad, Paula sentía cómo sus jugos comenzaban a resbalar fácilmente sobre sus piernas. Temía que cuando se levantara, su falda tuviera una clara mancha en la parte de atrás.

Cuando llegaron, Paula se dio prisa en llegar a su aula y con Alicia a su lado, ésta le ordenó que diera vueltas a su alrededor corriendo y pudo comprobarque con el más mínimo movimiento las bolas provocaban olas de placer en su coño, que ardía y no dejaba de chorrear jugos hacia fuera.

Al final del primer período de clases sus muslos estaban claramente empapados y ya en el almuerzo la mancha oscura de humedad que bajaba por sus piernas le llegaba a los tobillos y además era consciente de que su falda tenía una mancha bastante grande en la parte de atrás.

Alicia no le había preparado nada de almuerzo y Paula se quedó en su despacho, donde se masturbó varias veces con su amiguito negro aprendiendo a controlar el parar justo antes de la explosión de placer. Estaba muy tensa, llevaba tiempo sin correrse y cada día, varias veces, era llevada al borde del orgasmo y obligada a parar. Podía provocarse el orgasmo estando sola, pero sabía que debía obedecer. La hora del almuerzo acabó y Paula no dejaba de sentir las bolas en su interior trabajando constantemente para procurarle placer. Luego vino la clase de Alicia y cuando por fin todos los estudiantes se habían sentado y la clase estaba llena, Alicia levantó su mano. Paula se llenó de terror.

-¿Sí, señorita Soto…? (como le ordenó Alicia ella trataba de usted y de señor o señorita a todos los estudiantes).

-Paula, en la clase sigue habiendo ese olor tan extraño -dijo Alicia pestañeando con inocencia.

-Hablaré con el conserje sobre esto -tartamudeó Paula.

-Si no te importa, hazlo hoy, Paula, que el olor es muy cachondo.

Paula supo que Alicia le acababa de dar una orden y que luego tendría que hablar con el conserje.

El resto de la tarde fue una tortura con el miedo constante de sus visibles jugos chorreando a lo largo de sus piernas y el dolor de sus pies con los tacones más altos.

Antes del final del día, Paula recibió una nota del Decano para informar a su oficina después de las clases sobre el nuevo presupuesto.

Al final, con sus medias claramente manchadas y empapadas por sus jugos hasta los pies, Paula fue al despacho del profesora35Decano. Las bolas casi la llevan al orgasmo mientras caminaba rápidamente. Cuando llegó, el Decano la invitó a sentarse y durante unos veinte minutos discutieron los nuevos presupuestos del departamento de Literatura. Cuando terminaron, Paula se levantó y se volvió para salir del despacho y el Decano le dijo:

-Lo siento, Paula, parece ser que en la silla había algo mojado y se ha manchado su falda, lo siento.

-No se preocupe, no es nada, ya lo lavaré en casa -masculló avergonzada Paula, saliendo deprisa del despacho.

No se cruzó con nadie por los pasillos hasta que llegó a su despacho, donde le esperaba Alicia.

-Hola, perrita. Tenemos que darnos prisa para llegar a tiempo a tu cita para la depilación. Te espero en el coche mientras hablas con el conserje sobre el olor que hay en clase.

Paula aprovechó para mirar su falda y aquello era peor de lo que imaginaba. Había una gran mancha en la parte de atrás cubriendo casi todo su culo y por delante había dos, donde sus medias empapadas habían manchado la falda. Cogió una carpeta y llevándola delante de ella intentó ocultar las manchas de delante cuando se reunió con el conserje.

-Por supuesto, creo que olí algo el otro día, pero en estos dos días atrás no olí nada y por eso no me preocupé.

-Muchas gracias -y Paula bajó apresuradamente los escalones sin volverse para comprobar si el conserje miraba la gran mancha húmeda en su culo.

Cuando Paula subió al coche donde la esperaba Alicia le dijo:

-Por favor, señorita Soto, su perrita necesita limpiarse antes de ir al salón de belleza.

-No, no hay tiempo para eso.

Alicia entró en el salón de belleza con su avergonzada profesora tras ella. Habló con la chica que le haría la depilación y Paula no se enteró de nada mientras se desnudaba completamente y se tumbaba en una camilla.

Alicia se sentó a su lado mientras la chica le aplicaba cera caliente en su monte, sus axilas, sus piernas, en los labios de su coño… La chica hablaba con Alicia como si Paula no estuviera…

-Esta muy húmeda aquí, necesito secarla para poder seguir trabajando en condiciones -le dijo la chica a Alicia señalando el coño de Paula.

Paula quería que la tierra se la tragara. Con la joven trabajando en su coño, con las bolas en su interior y chorreando, pesó que la chica estaría pensando que ella era una puta calenturienta. Cuando por fin terminó la depilación y mientras Paula se vestía pudo escuchar a la joven preguntarle a Alicia…

-¿Es lesbiana o algo así?, estaba muy mojada mientras trabajaba su entrepierna y no dejaba de humedecerse en todo el tiempo…

-La verdad es que no estoy segura, pero es muy puta y se excita fácilmente -contestó maliciosamente Alicia.

-Bien, tráigala de nuevo dentro de tres semanas para continuar con el tratamiento.

Paula pagó la cuenta y se fueron hacia el coche. El coño de Paula le picaba y las bolas no la dejaban en paz en ningún momento.

Alicia dejó a Paula en la puerta del gimnasio y le dijo que se quitara las bolas en el vestuario delante de otras mujeres y que la esperaba en la puerta dentro de dos horas.

Como le había ordenado Alicia, entró en el vestuario y después de esperar que alguien la mirara sacó las dos bolas de su coño. Hizo su programa de ejercicios y después de la ducha se vistió y salió corriendo a la calle. Se sintió agradecida de que Alicia no le ordenara volverse a meter las bolas en su coño. Cuando llegó a la acera había pasado justamente una hora y cincuenta y nueve minutos. Se sentía contenta de haber superado de nuevo un reto.

Cuando Alicia y Paula llegaron a casa las esperaba Sonia con una maleta preparada. Se iba a pasar el fin de semana a casa de unos amigos y no quería irse sin despedirse de su madre.

Viendo cómo Sonia dejaba la casa, Paula sintió verdadero pánico, sabía que ese fin de semana sería un infierno.
Alicia ordenó a Paula que se duchara y la esperara en su dormitorio completamente desnuda.

profesora36La maquilló y la peinó de una forma más salvaje. Sus nuevos pendientes le sentaban de maravilla con un maquillaje más fuerte y oscuro. Le dijo a Paula que trajera todos los consoladores y buscó uno más grande para el culo.

En esta ocasión Alicia quiso ponérselo ella misma. Paula se puso de culo delante de Alicia y ésta, después de lubricarla, comenzó a meterle el aparato. Era mucho más grande que el de costumbre y Paula notó que tocaba partes más profundas de su culo.

Después cogió otro y poniendo en marcha el motor del vibrador se lo metió en el coño. Al momento, el coño de Paula se empapó, aunque nunca dejó de estar empapado. Alicia desconectó el motor del aparato y aún así, Paula se sentía más llena que nunca. Alicia cogió los vaqueros nuevos y se los dio a Paula ordenándole que se los pusiera.

Paula se esforzó mucho para podérselos encajar, eran aún más pequeños que los que se probó en la tienda, y aquellos ya le costó ponérselos. Se tiró en la cama, se retorció, tiró, arrastró, estiró de nuevo… Alicia la ayudó tirando a su vez, y cuando pareció que entraron, Alicia silbó asombrada de que por fin entraran.

Estaban firmemente encajados y Paula casi no se podía mover. Eran incomodísimos y los consoladores de su ano y de su coño estaban encajados en lo más profundo de su interior. Alicia le pasó la camiseta grande que compró junto a los vaqueros y cuando Paula se la puso descubrió que con unas tijeras Alicia la había cortado por debajo, dejando el final de la camiseta algo por encima del final de sus pechos, prácticamente visibles.

Además con el vuelo que tenía la camiseta, con sólo andar se mostraban sus pezones. Sus tacones más altos completaban el equipo. Alicia cogió la correílla, la ató al collar y tirando llevó a Paula hasta el coche. Sin una palabra, Alicia salió a pasear por la ciudad, Paula no tenía ni idea de adonde iban.

Después de conducir durante una hora, Alicia paró en el aparcamiento de una discoteca. Paula se asustó y rogó a su alumna…

-Por favor, señorita Soto, su perrita no puede entrar ahí…

-Sí que puede. Es oscuro y ruidoso, nadie te reconocerá. Quítate el collar del cuello y déjalo en tu bolso aquí en el coche.

Las dos salieron del coche y Alicia le dio las instruccionesa Paula:

1-Nada más entrar te pondrás a bailar.

2-Bailarás con todo el que te invite a hacerlo.

3-Todo el que quiera podrá meterte mano y tú no le dirás nada.

4-Tomarás al menos tres refrescos.

5-No irás al baño bajo ninguna circunstancia.

6-Te espero aquí dentro de una hora y quiero que traigas a un chico contigo.

-Pero, señorita Soto, su perrita necesita ir al baño.

-Ya has oído las instrucciones, ve dentro y diviértete. Toma, para que mastiques algo -y se sacó un chicle de la boca y se lo metió en la boca a Paula.

Tal y como iba vestida, Paula no tuvo ningún problema en encontrar compañeros de baile.profesora37

Bailaba con cuidado para mover sus pechos lo menos posible, pero era imposible, sus pechos estuvieron fuera de la camiseta casi todo el tiempo, bamboleantes y provocadores. Siempre estuvo rodeada de chicos en medio de la pista y no era raro que más de uno pegara su paquete a su culo y ya que ella no protestaba, los más osados se atrevieron a masajear sus pechos con descaro.

En su interior, los consoladores no dejaban de trabajar y notó que los vaqueros estaban muy mojados, se alegró de que estuviera oscuro.

Después de casi una hora, sus piernas estaban cansadas de tanto baile seguido y sus pies la estaban matando. Estaba hambrienta, pero también sabía que los vaqueros tan estrechos no le permitirían probar bocado. Después de tomar los refrescos estaban más estrechos aún.

Se había convertido en el centro de atención y ya algunas pandillitas de jóvenes se acercaban a ella con el único propósito de tocarle las tetas y el culo. Cuando se acercó la hora de irse, echó una mirada alrededor para buscar la compañía que le había ordenado Alicia.

Se decidió por un chico rubio de unos veinte años. Había bailado con él en dos ocasiones y fue de los pocos que se comportaron correctamente, incluso bailó una lenta con él y aparte de sentir su miembro bien duro sobre su estómago, el chaval no hizo nada más.

Ella le pidió que la acompañara al coche y el chico aceptó encantado. Cuando llegaron al coche, Alicia los estaba esperando fuera del mismo con un chico a su lado que no tendría más de 18 años.

-Hola, perrita -le dijo sonriente Alicia.

-Hola, señorita Soto -respondió Paula humillada bajando su cabeza.

Alicia le dio el collar a Paula para que se lo pusiera y dijo a los chicos:

-Mi perrita está entrenada para obedecer cualquier orden.

Los chicos miraron con las bocas abiertas cómo Paula se ponía el collar y bajaba la mirada.

-Quítate la camiseta y enseña tus tetas a estos chicos, que seguro querrán tocártelas.

Paula miraba a Alicia con ojos suplicantes. Estaban en medio del aparcamiento y aunque había pocas farolas, cualquiera podría verles. Lentamente se sacó la camiseta y quedó con los pechos al aire. Los chicos miraban los pechos fijamente, mudos, sin creerse lo que estaba pasando. Los pezones de Paula estaban muy hinchados.

-Si queréis, podéis jugar con las tetas de esta zorra…

Los chicos no perdieron el tiempo y extendieron sus manos, masajeando y apretando los duros pechos de Paula. No se creía que estuviera en medio de un lugar público a la vista de cualquiera, casi desnuda y con dos jóvenes toqueteando sus tetas. Un gemido involuntario escapó de sus labios causado por la manipulación de sus pechos y los consoladores que taladraban su interior profundamente.

-Estoy segura de que estos chicos estarían encantados de follarte por cualquiera de tus agujeros, pero eso no es posible. Explícales porqué no te pueden follar, perrita.

-Tengo un consolador en mi ano y otro en mi coño -dijo susurrante y temblorosa Paula.

Alicia le dio una bofetada…

-¡Habla más alto y con palabras propias de una puta como tú!

-La perrita de la señorita Soto tiene un consolador en su ano y otro en su coño porque es muy puta y le encanta tener sus agujeros llenos en todo momento.

Alicia le sonrió muy satisfecha a su esclava y de lo bien que iba su entrenamiento.

-Nos encantaría verlo -dijo uno de los chicos.

-Eso no es posible, pero estoy segura de que a mi perrita le encantaría chuparos la polla. Pregúntale si puedes hacerlo, perrita.

-Por favor, ¿os importaría que esta zorra os chupara la polla? -preguntó Paula totalmente humillada.

Los chicos no se hicieron esperar y se sacaron las pollas al momento. Paula se tuvo que esforzar para arrodillarse en el suelo con los vaqueros tan ajustados, pero lo consiguió. Se tragó la primera polla. Ella no podía creer que estuviera en un aparcamiento público, semidesnuda y chupando dos pollas a la vez. Sin embargo, su cuerpo estaba a punto de explotar de placer.

Uno de los chicos se corrió casi al momento y Paula chupó y lamió hasta dejarlo bien limpio. Se centró en el segundo chico, aunque el otro no dejaba de pellizcarle y retorcerle los pezones. El segundo chico la obligó a estar chupando al menos durante diez minutos antes de sentir su chorro caliente en el fondo de su garganta. No se dio cuenta, pero a la vez que chupaba, sus caderas se movían al unísono buscando un alivio a su calentura. Paula continuaba arrodillada en el duro asfalto mientras goteaba semen de sus labios.

-¿Qué más cosas hace? -preguntó a Alicia uno de los chicos.

Alicia sacó una linterna del coche y alumbró el semen que corría por la barbilla de Paula…

profesora38-A cuatro patas, zorra.

Cuando Alicia alumbró su entrepierna todos pudieron ver la gran mancha húmeda en los vaqueros.

-Perrita, eres realmente muy puta, para chuparles las pollas a estos chicos en medio de la calle y encima estar así de caliente y cachonda. Bien chicos, veréis otra cosa que hace para que recordéis siempre esta noche.
Alicia susurró algo al oído de Paula y ésta asustada agitó su cabeza negando. Alicia la miró con dureza y rápidamente el cabeceo negativo fue afirmativo.

Paula se puso de pie y abrió sus piernas mientras Alicia seguía alumbrando su entrepierna. Paula hizo un esfuerzo y la linterna pronto alumbró la meada que estaba soltando empapando los vaqueros.

Los chavales se pusieron a reírse mientras Paula seguía meándose encima empapando los pantalones y ya formando un copioso charco a sus pies.

Podía sentir cómo el líquido caliente recorría sus piernas y acababa en el suelo después de mojar sus pies. Su cara estaba roja y su cuerpo temblaba de placer. Cuando por fin Paula dejó de orinar, Alicia le dio a Paula dos condones…

-Llénalos, perrita.

-¿Por favor, señores, permitís que la perra de la señorita Soto os vuelva a chupar la polla?

Los chicos, entusiasmados, no se hicieron de rogar y se sacaron las pollas de nuevo erectas. Paula les colocó los condones y comenzó a masturbarlos y a chuparles las pollas. Al poco, ambos se corrieron y Paula, cuidadosamente, anudó los dos condones y se los dio a su Dueña, que los guardó en su bolso…

-Bien, para tu almuerzo de mañana, perrita.

Los chicos no dejaban de mirar asombrados a la extraña pareja de chicas.

-Bien, espero que hayáis disfrutado, quizás la próxima vez sus agujeros estén libres y os la podáis follar.

Cogió la camiseta del suelo y la puso sobre el asiento del coche para que Paula se sentara sin manchar la tapicería. Paula seguía con sus pechos al aire y con sus pantalones empapados de su orina cuando comenzaron a rodar por la carretera.
Cuando el coche se detuvo, Paula se sorprendió al mirar y comprobar que estaban en casa de Alicia. Era tarde y no había luces en la casa, pero Paula se estremeció asustada. Alicia enganchó la correa al collar de Paula y de un tirón la sacó del coche ordenándole que la siguiera. La llevó a la parte de atrás de la casa.

-Esta noche me apetece dormir en casa de mis padres, tú dormirás aquí.profesora39

Alicia señaló la caseta de un perro.

-Pero, señorita Soto, su perrita no puede quedarse ahí hasta mañana.

-¿Cómo que no? Eres una perra y las perras duermen en casetas como ésta y desde que no tenemos perro está desocupada, así que ya va siendo hora de que la ocupe otro perro. ¿Entendido?

-Sí, señorita Soto, su perrita ha entendido.

De un tirón de correa la puso a cuatro patas y con una patada en el culo la ordenó entrar. Después de que Paula entrara, enganchó la correa a un enganche que había en el dintel de la puerta de entrada a la casetilla.

El lugar era muy estrecho y para Paula fue complicado entrar, sobre todo por los estrechos vaqueros y mucho más complicado acurrucarse en el interior de la caseta. Sin más palabras, Alicia se fue y la dejó completamente sola.

Paula estaba asustada pensando que por ahora no aparecería nadie pero, ¿y por la mañana? Pasó la noche acurrucada en la caseta, asustada y sin poder conciliar el sueño.

Al principio sintió mucho frío en su entrepierna y en las piernas por su meada, pero cuando se secó del todo fue más llevadero. Amaneció. Escuchó algunos pasos y las voces de dos hombres hablando y Paula se acurrucó aún más en el fondo de la pequeña caseta de perro. Los pasos pasaron justo por delante de la caseta y Paula vio las piernas de los hombres pasando. Temblaba. Pero las voces se alejaron y suspiró aliviada.
El tiempo seguía pasando hasta que cuando menos se lo esperaba, unos nuevos pasos la sobresaltaron. De repente vio aparecer la cara de Alicia por la entrada de la caseta.

-Buenos días, perrita -dijo Alicia muy alegremente.

Desenganchó la correa y tirando, la sacó de la caseta. Sin decir nada más, tiró de la correa llevando a Paula hacia una foresta propiedad de la casa. A Paula le era difícil andar con aquellos tremendos tacones por un suelo de tierra lleno de restos secos de la foresta. Después de un largo paseo entre ramas y frondosos árboles, llegaron a una especie de claro.

-Este es mi lugar secreto, nadie lo conoce y desde niña he venido aquí para estar sola. Ahora vamos a quitarte esos pantalones tan sucios.

Paula no se había fijado, pero los vaqueros estaban hechos una pena. Por la humedad y por haberse arrastrado por el suelo estaban completamente manchados. Paula desabrochó con alivio el botón del pantalón, pero al intentar bajarlos parecía que estaban pegados a su piel.

-Espera, aquí tengo la solución -dijo Alicia sacando unas tijeras.

Las metió por la parte de arriba del pantalón y bajándolas fue cortando la tela hasta el final, después repitió con la otra pierna y al rato los vaqueros destrozados estaban en el suelo. Paula tenía algo de frío, aunque más por el miedo de estar completamente desnuda en un lugar desconocido y a la vista de posibles mirones, además de tener sus dos agujeros llenos con los dos consoladores.

-Veo que tienes algo de frío, vamos a calentar a la perrita. ¡Agárrate a ese árbol!

Paula abrazó el árbol como queriendo fundirse con él. Mientras escuchaba a Alicia caminar enderredor como buscando algo.

-Esta servirá.

Paula volvió la cabeza y vio que Alicia se acercaba con una rama en las manos. Al momento sintió el azote de la rama sobre su culo y reprimiendo un grito se abrazó aún más al árbol. Nunca pensó que una simple rama doliera mucho más que la fusta que usaba su Dueña. Además la rama que había elegido Alicia tenía restos de otras ramitas y éstas se le clavaban en la piel. Volvió a azotar y esta vez Paula no pudo reprimir el grito.

-Me gusta que grites, igual hasta atraes a los guardeses del bosque, perrita.

Alicia no se cortó y administró hasta treinta azotes en las nalgas de Paula, entusiasmada con las marcas que aparecían en el trasero de su profesora y con sus terribles gritos. A pesar de poder ser oída, Paula no podía reprimir el gritar. Los azotes caían y Paula seguía gritando con cada nuevo golpe. Alicia paró y ordenó a su perrita que se mirara el culo. Estaba completamente rojo, surcado por infinidad de líneas violáceas que sangraban en algunos puntos. Paula se estremeció.

-Tus pechos quedarían bonitos con esas marcas. Date la vuelta y apoya tu espalda en el tronco.

profesora40Paula, aterrorizada, se dio la vuelta, apoyó su espalda al árbol y sus manos lo agarraron con fuerza.

Alicia descargó un azote sobre uno de sus pechos y Paula de nuevo no pudo reprimir el grito que escapaba por su garganta ni las lágrimas que ya rodaban por su rostro. Alicia decidió darle diez azotes sobre cada pecho y Paula tembló. Algunos certeros azotes cayeron justamente en los pezones y Paula nunca imaginó un dolor tan terrible y que lo aguantara tan estoicamente.

Cuando terminaron los azotes, Paula no cayó al suelo porque estaba firmemente agarrada al árbol, pero sus pechos estaban surcados por líneas simétricas de color lila y algunos puntitos sangrantes, los golpes fueron muy certeros y Alicia pasó sus manos y estrujó los pechos de la jadeante Paula, que lloraba desconsolada.

-¿Duele, perrita?

-Sí, señorita Soto, duele, pero es un dolor tan rico… -dijo entre sollozos.

Alicia le sonrió complacida, cada vez su perrita era más suya y cada día disfrutaba más con su situación.

-Y estás tan mojada… tu néctar chorrea por tus piernas, perrita.

Dijo Alicia pasando su mano por la entrepierna de Paula mientras seguía sonriendo abiertamente.

-Bien, volvamos a casa, necesitas descansar.

Esperó sola y desamparada lo que le pareció una eternidad. Al fin, su coche apareció. Alicia le ordenó montarse y mirando a todas partes por si alguien estuviera viéndola, Paula abrió la puerta y se apresuró a entrar. Se hundió en el asiento intentando ocultar su desnudez a plena luz del día.

-Ponte derecha, una perra bien entrenada ha de ir bien recta y orgullosa.

Paula obedeció con su rostro completamente rojo, nunca se acostumbraría a ir desnuda por la calle a la vista de posibles miradas de extraños. Alicia condujo su coche hasta la puerta del garaje de la casa de Paula. Alicia se bajó y se dirigió hacia la puerta de la casa.

-¿Qué haces, no bajas a abrirme la puerta de tu casa? -gritó Alicia.

Paula miró a todas partes y sin pensarlo mucho, abrió la puerta y salió corriendo hacia su puerta, Alicia la esperaba con las llaves en la mano. Paula cogió las llaves, nerviosa y temblando al estar completamente desnuda en medio de su propia calle, consiguió meter la llave en la cerradura a duras penas. Cedió el paso a su alumna y cerró la puerta tras de sí.

-Ya es hora de almorzar, prepara un par de hamburguesas con patatas mientras me doy una ducha, hoy comerás lo mismo que yo.

Paula no creía lo que estaba oyendo, por fin una comida decente en dos semanas, aunque fuera una simple hamburguesa. Muy contenta se dirigió a la cocina totalmente entusiasmada. No se lo terminaba de creer, «¿dónde estará el truco?», pensó.

El olor de la carne haciéndose llenó su olfato y su estómago no dejó en ningún momento de protestar pidiendo alimento urgentemente. Cortó los dos bollos de pan y metió una hamburguesa en cada uno con sus patatas a su lado, puso los dos platos sobre la mesa y esperó de pie ansiosa a que Alicia regresara. Al momento su Dueña llegó, olía a un suave perfume, el que solía usar Paula antes de que ocurriera todo esto. Alicia se sentó ante el plato.

-Por supuesto comerás de pie. Aquí tienes tu salsa para la hamburguesa y las patatas.

Alicia le dio los dos condones repletos del esperma de los dos chicos de la noche anterior. De repente a Paula se le quitó el hambre. Pero sumisa, obedeció. Abrió uno de los condones y abriendo el bollo echó el contenido por encima de la hamburguesa y luego empapó bien el pan sobre el trozo de carne. Luego abrió el otro condón y lo esparció por encima de las patatas. El espeso esperma caía por los bordes de la hamburguesa cuando Paula la cogió y le dio el primer bocado. Puso cara de asco y como si le entraran ganas de vomitar.

-No te preocupes perrita, te acostumbrarás al sabor de tu «salsa», porque a partir de ahora comerás todas tus comidas sazonadas con esa «salsa» y cada día tendrás que procurártela.

Terminaron de comer con Paula lamiendo el plato hasta dejarlo bien limpio sin resto de esperma por ninguna parte. Luego, Alicia le ordenó limpiar todo y que se diera una ducha, ella la esperaría en su dormitorio. Cuando Paula llegó saliendo del cuarto de baño, Alicia la esperaba acostada, se arrodilló al lado de la cama y esperó instrucciones. Los consoladores seguían en su interior, incomodando cada movimiento.

-Bien, dormiremos un poco, estarás agotada. Tú dormirás al lado de la cama en el suelo por supuesto. Ahora sácate los consoladores y límpialos bien con tu lengua. Quiero que descanses bien, esta noche tienes trabajo, ya lo he arreglado todo. Ya que tus gastos se han desbordado, necesitarás dinero para reponerte, por eso te he buscado un trabajo para ganar dinero fácil y rápido, será un trabajo muy sencillo para ti, aunque tendrás que trabajar casi toda la noche. A partir de ahora todos los sábados trabajarás allí toda la noche, así tendremos dinero para tus gastos y para mí.

-Señorita Soto, su perrita hará todo el trabajo que a su Dueña le parezca bien.

-Eso está muy bien perrita, espero que esta noche respondas en condiciones en tu nuevo trabajo, he dado mi palabra de que eres una mujer excepcional para ese trabajo y que nos harás ganar mucho dinero al dueño del local y a mí.

Mientras Alicia le hablaba, Paula terminaba de limpiar sus consoladores con la lengua. Luego se tumbó al lado de la cama con cuidado, su culo y sus pechos le dolían mucho y aún así su chorreante coño no dejaba de pedirle a gritos un orgasmo. Aquella mezcla de humillación, dolor y placer cada vez la tenía más confusa y atrapada en un mundo de perversión y lujuria que la atraía sin remedio. Alicia apagó la luz y Paula, algo nerviosa, le preguntó con voz temblorosa:

-Señorita Soto, a su perrita le gustaría saber cuál será su trabajo de los sábados por la noche.

-El trabajo ideal para ti, perrita, de puta.

Paula se estremeció en la oscuridad de la habitación y le fue casi imposible conciliar el sueño pensando nerviosa en que aquella noche se convertiría en una vulgar puta de club, ¿hasta dónde estaba dispuesta a llevarla Alicia…?

Texto: José Luis Carranco – Iustraciones: José Morilla

 

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