FULVIA
Permitid que me presente, mi nombre es Fulvia, hija de Drauca meretrix en Pompeya. Fui vendida como esclava cuando tenía unos 10 años a un mercader que a su vez me vendió al leno de un lupanar en el barrio de Subura en Roma. Quiero contar a ustedes, como es vivir como pala en un lupanar de este barrio.
Como actualmente no estarán familiarizados con determinadas palabras, no se preocupen, yo trataré de aclarar su significado. Mi lena actual, además de ser mi dueña, es por así decirlo la encargada del lupanar, un burdel donde trabajan las lupae (lobas) o prostitutas, nos vigila, nos da protección, se encarga de cobrar por nuestros servicios y también es quien paga los impuestos por los beneficios de nuestro trabajo. Sí, la prostitución es legal en la Roma Imperial y paga sus impuestos. Yo, además de ser esclava, trabajo como pala; una pala es una prostituta que está obligada a aceptar a cualquiera que pueda pagar el precio demandado por los servicios de ella. Los precios de las prostitutas van desde los 2 ases a los 16 ases. El sueldo de un legionario es de unos 2-3 ases al día.
Subura es el peor y más pobre de los barrios para ejercer la prostitución, mucho peor que los barrios de Trastévere o Velabro, donde ejercen las prostitutas y esclavas de baja y media categoría y muy diferente del Aventino donde ejercen las prostitutas de mayor nivel adquisitivo. A las que trabajamos en Subura se nos conoce con el nombre despectivo de meretriculae al ser las más baratas de todas las prostitutas de la ciudad. Evidentemente mis servicios nunca sobrepasan los 2 ases y estoy obligada a trabajar todo el día y noche, recibiendo tantos clientes como el tiempo permita. De ese dinero yo, al ser esclava, no recibo nada, el 10% es para pagar los impuestos, un tercio se lo queda mi dueña y supuestamente, el resto es para pagar mi comida y mi fornice, que es la habitación o celda donde atiendo a mis clientes, de fornice proviene la palabra fornicar y, posiblemente, también furcia. Cuando empecé a trabajar, desde que era muy niña, el leno de entonces, me daba semanalmente algunos ases y me animó a que los ahorrara para permitirme algún día comprar mi libertad, mi libertad como esclava ya que prostituta no podría nunca dejar de serlo. A nosotras se nos inscribe como prostitutas en la oficina del edil para disponer de la licentia stupri, que permite prostituirse legalmente. Una vez inscrita, tanto si eres esclava o liberta, el nombre no podrá ser eliminado nunca, por lo tanto, aunque te conviertas en liberta seguirías siendo prostituta y como tal un mero objeto sin ningún derecho. Por lo tanto tampoco me preocupó demasiado cuando mi dueña actual se apoderó de mis pequeños ahorros para pagar las deudas que iba adquiriendo con ella.
Si os parece bien os voy a hablar de mi lupanar donde llegué, como he comentado con más o menos 10 años y donde trabajo desde entonces, calculo que ahora mi edad debe rondar los 50 años. Pues bien, como os decía mi prostíbulo se encuentra en el barrio de Subura, se trata de un barrio situado entre las colinas del Quirinal y el Viminal, nosotras nos encontramos justo al fondo del valle en la zona más popular y de peor fama; en el cruce de dos callejones cercanos al Argileto, la vía que se dirige hacia el foro. Nuestros vecinos, además de otras prostitutas, son principalmente zapateros, vendedores ambulantes, magos, charlatanes, aventureros y maleantes; todos ellos viviendo en unas condiciones miserables. Tanto es así que la palabra subura o suburra cientos de años después, seguirá siendo, en italiano, sinónimo de lugar de mala fama, escenario de delitos y de inmoralidad.
El prostíbulo es mediano en tamaño y tiene dos plantas, la de arriba está destinada a clientes que pueden gastar algo más de dinero, allí trabajé yo los primeros años, las fornices disponen de un balcón desde donde poder llamar la atención de los que pasan por la calle. Allí salen desnudas para que puedan observar y valorar la mercancía. A la planta alta se llega directamente, sin tener que pasar por la destinada a los menos pudientes. La planta baja, donde trabajo desde hace muchos años, no dispone prácticamente de ventilación, tiene cinco fornices, donde solo hay una cama hecha de mortero con un colchón de paja, una lámpara de aceite y una palangana para limpiarse. Todo el lugar se caracteriza por su suciedad y falta de higiene, malos olores, y acumulación de hollín y gases de las lámparas. De manera que salvo si estamos trabajando, preferimos salir fuera donde se respira algo mejor y de paso tratamos de captar a posibles clientes, solemos ir solas, a veces en parejas o formamos un corrillo y, para que valoren la mercancía, nos movemos en los alrededores del prostíbulo vestidas con gasas o desnudas; cuando alguien se acerca anunciamos nuestra especialidad y nuestro “exótico” origen. Yo, sin ir más lejos, a pesar de haber nacido en Pompeya, siempre digo que procedo de Hispania, de donde creo recordar que era mi madre. Las que llevan el pelo rubio o usan pelucas rubias pasan por nórdicas y suelen tener más éxito.
Además el prostíbulo está anunciado en la calle con un falo gravado en el pavimento del suelo y un gran falo pintado de rojo que sirve de aldaba de la puerta; por la noche un farol de aceite, como no, con forma fálica sirve de iluminación y reclamo.
En la fornice donde trabajo, hay una tablilla, titulus, con mi nombre Fulvia, mi tarifa 2 ases y mis especialidades: pala, felatriz, cularae. Además también un cartel que pone occupata para colgarlo en la entrada cuando estoy con un cliente. El hecho de que sea una pala, que como os expliqué es que acepto a cualquiera que pueda pagar mi precio, que sea cularae, es decir que practico el sexo anal y, sobre todo, el que sea felatriz, es decir que practico felaciones, algo que está muy mal visto y se considera una práctica repugnante y degradante ya que el sexo oral es totalmente impuro; es lo que me permite seguir teniendo ingresos a mi edad y, por lo tanto, seguir trabajando en el prostíbulo; de no ser así, posiblemente sería expulsada a la calle donde no tendré más remedio que tratar de sobrevivir como fornicatriz, trabajando bajo los arcos de puentes o edificios; como forariae, trabajando en los caminos; como bustuariae, trabajando en los cementerios y llegar a convertirme en una quadrantariae, donde me pagarían un quadrans (un cuarto de as) por mis servicios; en cualquier caso, mis posibilidades de supervivencia cuando llegue ese día, serán prácticamente nulas.
Como han podido ver nací esclava y desde mi nacimiento mi destino como prostituta estaba escrito, posiblemente de haber nacido varón no habría tenido ningún valor y no hubiesen dejado a mi madre perder el tiempo en criarme, afortunadamente al ser hembra era un valor futuro asegurado, me venderían aún siendo virgen para aumentar mi valor, virgen pero desde que tengo memoria recuerdo a hombres jugando con mi cuerpo.
No necesito demasiado para mantener mi existencia, generalmente las putas estamos desnudas dentro del prostíbulo o sus inmediaciones, hay que tener en cuenta que en Roma el desnudo se asociaba a la esclavitud indicando, claramente, que la persona era despojada de su privacidad y de la propiedad de su cuerpo, además es obligatorio que estemos descalzas —aunque algunas empiezan a usar unas sandalias con un grabado en la suela que dice “sígueme”— llevamos brazaletes en brazos, muñecas y tobilleras que son un claro signo de nuestra falta de respetabilidad, y algunas también utilizan una banda alrededor del pecho ya que a muchos hombres les disgustan los pechos grandes o colgantes. Nos solemos maquillar con un maquillaje muy llamativo donde predomina el rojo, los pezones los pintamos en un dorado intenso y con frecuencia también maquillamos de rojo nuestras ingles y órganos sexuales.
Actualmente en Roma somos una 30.000 prostitutas, eso quiere decir que hay de todo y no se puede generalizar pensando que todas somos iguales, muchas de nosotras visten ropas de colores llamativos y gasas trasparentes (colores meretricii) otras visten una toga, algo similar a la de los hombres y siempre de color pardo. Lo que sí es bastante general es que casi todas las prostitutas que somos esclavas llevamos tatuajes como símbolo de nuestra esclavitud.
Bien, pues aparte de mi escaso vestuario y de algún brazalete y tobillera y del maquillaje solo quedan mis necesidades de alimentación para terminar de enumerar todos los gastos que en la actualidad ocasiono a mi lena. Afortunadamente, como he dicho anteriormente, todos ellos quedan ampliamente cubiertos con mi trabajo.
No quiero dejar pasar esta oportunidad sin hablaros de La Floralia que se celebra en la primavera y que podemos considerarlo como un festival de la prostitución. Esos días se forma un desfile de prostitutas sacrificadas al altar de la lujuria pública desfilando desnudas ante los rostros de hombres y mujeres de todas edades y clases sociales mientras se revelan sus domicilios, sus precios y sus especialidades.
Relegadas a la infamia, carentes de posición social y de las protecciones otorgadas a los ciudadanos, consideradas como una mera propiedad; sin embargo nuestra capacidad de proporcionar sexo concuerda con los lujuriosos deseos de unos hombres en una cultura que guarda celosamente la castidad de las mujeres casadas.
Autoras: Lady Monique de Nemours y carlita puta de Nemours
Rubén
Hola me gusta ser un esclavo para ti