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SUELAS ROJAS XVIII

SUELAS ROJAS (Parte XVIII)

Otras tres semanas calcadas pasó Carlos hasta que cumplió su trabajo comunitario por el primero y menos grave de sus crímenes. Fue escuchar y aprender como la mujer había sido postergada, las grandes capacidades que tenía, el esperanzador ascenso en los últimos tiempos y la gran ventaja que obtenía apenas se le permitía competir en igualdad de condiciones con el hombre en cualquier campo. Las luchas pasadas, algunas ya definitivamente ganadas, aunque no en todo el mundo, las actuales y las que vendrían, donde, según la Doctora Inchauspe, la mujer no alcanzaría solo la igualdad, sino que ejercería su natural preeminencia sobre el hombre. Algunos de sus compañeros protestaban por esto y otros se reían por lo bajo, pero él ya sabía que era así, puesto que lo estaba viviendo.

El lunes siguiente debía presentarse en la audiencia por el caso de denuncia falsa. La jueza que entendía el caso había emitido un exhorto, a pedido de la fiscal Sánchez y la abogada Reyes, instando a ambas a presentarle un acuerdo que ella eventualmente homologaría, por lo que estas pactaron encontrarse con las partes en la comisaría donde había ocurrido el hecho, para ultimar los detalles. Diana y Dionisia se hicieron conducir por Carlos en el auto de la primera, sentándose ambas en el asiento de atrás, tomadas de la mano. Cuando llegaron esperaron que el «chofer» les abriera la puerta a cada una y descendieron. La comisaria Arias los recibió, a ellas muy atentamente, a él mirándolo con desprecio. La tenienta González también estaba en la dependencia dirigiendo a un cadete para que acomodara la sala de indagatorias para la reunión. En menos de cinco minutos llegaron primero la abogada defensora, y luego la fiscal, acompañada por la Doctora Alina, para sorpresa e inquietud del reo.

Todos los nombrados participaron de la reunión, salvo el cadete. La fiscal tomo la palabra: «Buenos días, señoras e imputado. Debemos presentar un acuerdo para que la jueza lo homologue, que sea aceptado por todas las partes. La Doctora Alina nos acompaña pues la fundación que preside vuelve a ofrecerse en esta oportunidad a colaborar en la solución. Con la abogada Reyes habíamos convenido , siendo una denuncia falsa algo evidentemente más grave que un mero acto exhibicionista, extender doce meses más tanto el curso como el trabajo comunitario del reo. Pero aunque las víctimas de este delito no se hayan presentado como querellantes, de oficio debemos citarlas y contar con su aprobación para el acuerdo. Ahora cedo la palabra a la Doctora Alina, que me manifestó nos quiere comentar algo de las condiciones en que se cumpliría la pena y también sobre el desempeño del imputado durante su estancia en la institución.» «Gracias señora fiscal.», dijo la madura, fría y refinada mujer. Y prosiguió: «Nuestra fundación tiene sus regulaciones internas, y al respecto debo informarles en primer término las calificaciones del agresor. Ha hecho un buen curso en lo académico, registrando ochenta y dos puntos, según calificación de la doctora Inchauspe. Más en el trabajo comunitario, al parecer de la señorita Silvia Roldán solo ha registrado cincuenta y cuatro puntos, una calificación muy pobre. Por tanto, llega a un promedio de sesenta y ocho puntos, dos puntos por debajo del mínimo requerido para dar por aprobado el curso. Por tanto, y para garantizar la verdadera recuperación del infractor, la Fundación H.E.M.B.R.A. recomienda en este caso adoptar el programa piloto de reeducación intensiva de agresores que se lleva a cabo en el Instituto Correcional de nuestra misma fundación. Debo hacer notar que hemos tenido éxito en el 100% de los casos que han llegado a término. Otros al parecer arrastraban problemas de salud preexistentes que no constaban en las declaraciones juradas de ingreso, porque se exige un registro casi perfecto dado los procedimientos que se aplican y han encontrado su final en su noble propósito de reeducarse para la vida en sociedad. Por eso requerimos el visto bueno de todos, incluso del reo, para incluirlo en ese programa, y la correspondiente certificación médica, por supuesto.»

Tras oír esto, Carlos quedó paralizado y con un nudo en la garganta. Ya veía su peor pesadilla concretada: que lo manden al fatídico sitio que había evitado mirar cada uno de los últimos cuatro sábados. Pero no atinó todavía a decir nada. En cambio, Diana tomó la palabra: «En principio veo dos problemas Doctora. Todavía estamos casados, y aunque gano más que él, todavía ayuda a sostener la economía del hogar, amén de que me debe dinero por un arreglo que quiso hacer conmigo. Por el otro, dado que los métodos del programa al parecer conllevan algún peligro, ¿las coberturas de las pólizas de seguros de vida, salud, accidente que tengo sobre él pierden vigencia por ello? Perdone mi franqueza, pero el aspecto económico me preocupa. No quisiera una tras ser víctima de acusación falsa verme además perjudicada de otro modo, aunque ya ve que lo estimo, habiendo salido de fiadora y sin siquiera pedir pena por el delito que ha cometido.»

«Por supuesto.», contestó la Doctora Alina. «Estamos cubiertas por nuestro propio seguro. Incluso si el suyo no se hiciera responsable, el nuestro se encargaría de cubrir el siniestro al 100%. Tenga un cuenta que son métodos revolucionarios, relacionados con la Dominación Femenina por un lado. Algo fetichista sin dudas, pero a menudo la única forma de entrar en la psiquis de estos agresores. Y por otro lado, la electroestimulación. Esto último en el pasado se utilizaba para tratar trastornos psiquiátricos y luego se dejó de utilizar porque se le hizo mala prensa, pero con nuestro programa lo estamos reinvindicando. Todos estos detalles están avalados en el programa piloto refrendado por el Ministerio de Justicia y el Ministerio de la Mujer, e incluso el estado se hace responsable de cualquier contingencia que este programa genere. Por tanto, puedes quedarte tranquila por eso. En cuanto al ingreso mensual, si lo puedes certificar, se te otorgará un subsidio para compensarlo mientras dure la permanencia en el programa.», concluyo la dama, utilizando un tono de más confianza con la esposa del condenado.

«Entonces no tendríamos problema.», dijo fríamente Diana. «Al menos de mi parte. ¿No se que te parece Dionisia?»

«Creo que estará bien.», dijo la joven. «Se comporta bien, pero no siempre. Si con esto se garantiza que no tenga más deslices, yo lo apoyo con gusto.», concluyó, casi sonriente.

«Pues bien, dijo la fiscal Sánchez. La abogada Reyes ya estaba al tanto de todo y de acuerdo, solo resta su aprobación personal dadas las características y exigencias de este programa piloto, señor Bermúdez. ¿Contamos con ello?»

Congelado, Carlos tardó eternos diez segundo en comenzar a responder: «Pues… no lo sé. ¿No se podría hacer el año del programa ‘normal’ como hasta ahora? ¿O que otra alternativa habría?»

«¡Señor Bermúdez!», respondió la fiscal, con cierta indignación. «He consentido un arreglo, pero no puedo consentir cualquiera. La Fundación H.E.M.B.R.A. ha notificado que usted ni siquiera ha aprobado el curso de un mes. ¿Qué espera? Recuerde que no es una simple denuncia falsa. ¡Esto es violencia de género! Si no acepta, el acuerdo se cae.»

«Como su letrada, le aseguro que me ha costado convencer a la fiscal de aceptar este acuerdo, señor Bermúdez. Lo insto a que lo acepte tal como está redactado.», intervino la abogada defensora Popea Reyes.

«¡Esto es demasiado!», protestó indignada Diana.

«Ya ven, la blandura con estos personajes no funciona. Por eso odio estos acuerdos.», hechó más leña al fuego la comisaria Arias.

«Si me permitieran un rato a solas con mi ofensor… yo creo que el aceptaría.», dijo sorprendente y condescendientemente Dionisia. «Solo si el procedimiento permite eso, y a las señoras letradas les parece bien, por supuesto.», concluyó la joven.

«No tengo objeción. Con que sea lo que sea que usted le diga, si hace que el trámite acabe hoy…» dijo la fiscal.

«Yo tampoco.», dijo la abogada defensora.

«Pero lo esposaré de manos y pies, no es alguien de fiar.», dijo la tenienta González, y le puso un juego completo de esposas y grilletes.

Tras esto, las seis mujeres se retiraron a tomar un café en la oficina más amplia de la comisaría, servidas por el cadete Gutiérrez. Y Dionisia se quedó a solas con Carlos.

CONTINUARÁ…

Autor: Esclavo josé

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