El masoquismo (la «M» del término BDSM) consiste en obtener placer sexual de experimentar sensaciones muy intensas a través del dolor, la humillación o la tortura sexual/erótica.

El masoquismo toma su nombre de Leopold von Sacher-Masoch, aristócrata austríaco del siglo XIX famoso por ser el autor de «La Venus de las pieles», novela pornográfica que, por primera vez, erotizó tanto la humillación como la tortura sexual, sexualizando el dolor consentido.

Durante mucho tiempo, al igual que ocurrió con el sadismo, el término definió una desviación sexual, una especie de impotencia que se describía como «la imposibilidad para la persona de excitarse ni de alcanzar el clímax sexual sin la intermediación del dolor o de la tortura».

En las últimas décadas el término ha sido rehabilitado y matizado, definiendo a aquellas personas que, dentro de una relación sadomasoquista consensuada entre adultos conscientes y maduros, disfrutan del hecho de recibir dolor y/o humillación o de ser torturadas sexualmente.

Existen masoquismos patológicos y autodestructivos, aquellos que se encuentran al margen del SSC, y que implican serios riesgos para la salud y para la integridad física y mental, pero el masoquismo sexual se diferencia muy claramente del patológico, dado que no implica un deseo por el dolor en sí mismo como fin, sino un anhelo por experimentar sensaciones y emociones intensas, tanto físicas como mentales, que no tienen porque revestir peligro y que, necesariamente, se consensuan, acuerdan y negocian con la persona Dom de forma pormenorizada.

El masoquismo «negativo», el tóxico, es egoísta y autodestructivo, un/a sub de este tipo solo pensará en sentir dolor, sin importarle su integridad física y sin establecer límites, y con ello ignorará por completo los límites del/de la Dom, haciendo del momento un trauma.

El masoquismo «positivo», el sano, tiene en cuenta los límites del/de la Dom y no pretende forzarlos, el dolor no es un fin sino un aderezo a la sesión y a sus prácticas y el/la sub establece unos límites a fin de salvaguardar su propia integridad física, mental y emocional.

El masoquismo es una marca distintiva de una persona con tendencias sumisas o switch. El/La masoc@ obtiene placer no solo de ser atormentad@, sino también de la sensación que le confiere el hecho de ser dominad@, de ceder el control, de someterse a la voluntad de otra persona.

Gran parte del placer masoquista es una satisfacción de carácter puramente psicológica, una sexualización del sometimiento y del tormento, muchas veces una persona masoquista puede disfrutar más de ser torturada y humillada por su compañer@ que de tener relaciones sexuales.

L@s subs masoquistas son amantes de las sensaciones y experiencias novedosas, por lo que siempre van a exigir un gran aporte de creatividad por parte del/de la Dom, que deberá alimentar este apetito explorando fantasías, nuevas ideas, escenarios y métodos de tormento sexual.

Un/a masoquista desea que su Dom le/la haga vibrar durante la sesión, gozar de un placer que quiebre sus sentidos, y saber que el/la Am@ disfruta de proporcionarle ese tormento. Por supuesto, cuanto más intensas sean las torturas y sensaciones el aftercare deberá ir parejo.

La sensualidad, la ternura, las caricias, los masajes y las atenciones amorosas deben formar parte esencial del aftercare del/de la sub masoquista, que suele terminar completamente exhaust@ tras una sesión intensa de tormento. En este punto nuestr@ sub se encontrará en un estado de «carne viva», tanto física como mental y emocionalmente, a consecuencia del cansancio y de la extenuación, por lo que tendremos que ser especialmente cuidados@s y dar un aftercare prolongado, afectuoso y lleno de atenciones que actúe como un bálsamo calmante.

Una persona masoquista, por lo tanto, es aquella que disfruta de experimentar sensaciones muy intensas, que obtiene goce de sumirse en un trance de placer, y que persigue realizar atrevidas fantasías y escenarios bajo la guía y el dominio de su Am@, respetando límites comunes.

Ilustración: hamashima shigeo