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14 DE FEBRERO

Ruido ensordecedor que nubla mis pensamientos ardientes, como una chispa en un bidón de gasolina, me muevo no entendiendo lo que pasa a mi alrededor. Siento que cada vez soy más grande. ¿He crecido? ¿O el espacio que me rodea se ha hecho más pequeño?

El ruido se hace más intenso, ya no puedo pensar. En mi mente, viajan a una velocidad vertiginosa millones de imágenes que se apoderan de mí y me encienden.

En un instante, el silencio se apodera de mi universo, de lo conocido, y se abre paso a otra realidad que desconozco.
Y reflexiono.
¿Esto es cambiar?
El pecho se expande y exhala…
No sé si he muerto o he vivido.
Aún sigo en la cama. El cinturón que tiene mis manos maniatadas y aprisionadas, ya me está haciendo daño. Cada correazo que me daba mi amante, era literalmente un volcán de emociones excitantes.

Y ahora así lo espero, amordazada, y pensando en todo aquello que hemos hecho. A partir de ahora, el 14 de febrero, tendrá otro significado para mí.

Mi Venus aún húmedo y palpitante espera con ansias la llegada de él, mi Señor.
Sí, hoy será mi Amo.
Hoy he decidido que seré suya para siempre.

La espera se me está haciendo eterna. Me dijo que no me moviera, pero mi cabeza no para de dar vueltas. Siento que la puerta de casa se abre y escucho como los pasos se acercan firmes hacia la habitación.

Se abre y lo veo.

Mi mirada lánguida y tímida no puede con la fuerza que tiene su estampa.

En su mano trae una caja. Me ordena que la abra con los dientes. Es la primera vez que lo hago y me está costando mucho.

Su mirada inquisidora me pone muy nerviosa y cachonda.

Se acerca lentamente a mí, me acaricia la cara, me dá una bofetada y me ayuda a abrirla.

Dentro hay un collar de cuero, me mira, sonríe. Y dice:

—A partir de ahora, serás mi perra.

Poco a poco va quitando la ropa que cubre su cuerpo.

Para mí sigue siendo un adonis a pesar de tener 50 años.

Como si fuese una fiel devota me pongo de rodillas frente a él.

Y con mano firme, pone el collar en mi cuello.

Ya soy suya y una lágrima cae por mi mejilla, que él limpia con mucha suavidad.

Se pone detrás de mí, me coge del collar, acaricia mi espalda y me empotra como una bestia salvaje. Solo faltaron cuatro embestidas de esas que te transportan al infinito para correrme. Mi alarido no pasó desapercibido, él sonríe… Y me dice:

—Feliz San Valentín…

Y así llevamos ya cinco años.

Esperando con ansias volver a verlo otra vez.

 

Autora: Mistress Daiana

Ilustración: Sergio Bleda. 

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