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UN SIN VIVIR VI

CAPÍTULO 6:  Agnes en la tierra

A vermis, lo tuvo Dómina Agnes arrastrándose como un caracol durante diez minutos. Antes le mandó despojarse del uniforme de doncella que la fiel pollett le había indicado vistiera para presentarse ante la Señora. Era imponente su verga erecta, pollett disimulada le apretaba la polla con crueldad al ponerle las braguitas, lo cual constaba claramente lo que estaba disfrutando aquel semental, incluso mientras lo tuvo ejercitándose como un vil caracol no pudo evitar tener su falo en erección. Entonces sonó el timbre, sin duda era Aida. Enseguida pollett se apresuró en abrirle. Apareció muy compuesta, como si fuera a una recepción en el mejor recinto de la ciudad. Al contemplar a vermis arrastrándose por el suelo sobre su abdomen con las manos y pies esposados a la espalda, no pudo evitar reír. Contagió a Agnes y también a pollett. Parecía no poder detenerse y mientras vermis, ocupado en seguir las instrucciones de su Dueña, que seguía exhortándolo a cumplirlas golpeándolo con su cane favorito, mientras Ella caminaba por delante de su perro mejor entrenado. Era una escena digna de verse y probablemente lo estuviera haciendo la cámara secreta que dispone Dómina Agnes y que utiliza siempre previo consentimiento de su víctima, a no ser que ya le pertenezca por contrato, con lo que no necesitaba de autorización para grabar aquellas escenas que más la motivarán.

Por fin pareció Aida dejar de reir y entonces se acercó a Agnes para abrazarla y besarla con afecto. Ella, a una indicación para perros concitó al sumiso a que se detuviera.

-Anda, ahora vístete, con lo que ya sabes, aseate y duchate pronto.maid-ii

El sumiso obedeció, colocándose detrás para ser liberado de las esposas por la esclava y así vestirlo al regresar de la ducha, de maid (doncella francesa). Al verlo, Aida volvió a reír, aunque esta vez menos vehemente.

-Ya ves, hoy tenemos a toda una doncella para que nos sirva.

Aida no pudo abstenerse.

-Desde luego cariño, cada día te admiro más. Por lo creativa, original y sobre todo lo sádica que llegas a ser. Pero me lo vas a prestar un rato, no?

-Agnes respondió, sabes que sí hermana, me gusta que descanses y disfrutes cuando vienes a verme y así te olvidas del insulso de tu marido.

-Y ponte cómoda, te contaré si quieres la última.

-¿Es buena?

-Mejor.

-pollett se arrodilló junto al butacón estilo trono que ocupaba su Dueña y vermis fue en busca del café y las tazas para las dos Señoras.

-Verás… –y entonces Agnes le contó a su amiga la sesión de hacía tres días, antes de también contarle de Luis, el «nuevo futuro esclavo» que apareciera en su vida.

-Pues verás:

“Hace unos días me viene a ver una mujer, joven, de unos treinta años. Previamente me había llamado para pedirmeencadenado cita. Tenía una propuesta que hacerme. Me pareció atractiva y sobre todo decidida. Va y me cuenta que su marido, la ha engañado y lejos de echárselo en cara, va y descubre que se trata de una compañera de trabajo, pero no del suyo, del de ella. Entonces se le ocurre,  tras leer mi blog, darle un buen escarmiento, un castigo humillante claro, algo parecido a lo que tengo colgado en mi blog. ¿Recuerdas? Y pues, me propone hacerle algo semejante. La situación era convencer a su marido de tener una sesión y para perdonarle el desliz quiere que se ponga en mis manos. Lógico que iba a comentarle que había leído mi blog por la red, al «buscar» Clubs Swinger. Naturalmente pactado el tributo, quedamos para una tarde. El marido, mucho más atractivo que ella, se pliega sin problema tan pronto cruza el umbral de mi mazmorra a la propuesta. Lo encadeno, tal y como me sugiere la mujer y él muestra a las claras que lo está gozando, hasta que comienza el castigo. El dolor no le apetece en demasía, pero mi verdugo pollett se encarga de mantenerle la polla erguida, ya sabes, con su habilidad habitual. Entonces y sin que la esposa me lo hubiera comentado, suena el timbre. pollett va a abrir y para sorpresa mía, aparece con otra mujer. ¿Y a que no sabes quién era? Aida lanza un grito de sorpresa perversa y dice: ¡¡ La amante !!

-La esposa agraviada la ha citado por medio del móvil de su esposo. Un mensaje muy provocativo. Y al llegar la amante y presentarse como parte de una «cita» con fulanito de tal, me pregunta curiosa por el hombre encadenado y me dice: Oh, que bien se ve eso, me gustaría probar también ese juego si es posible claro. Mi pareja me envío un mensaje antes de llegar, lo que la amante no sabía era que no había sido él, sino, la esposa agraviada.

– El mensaje de texto decía: debes preguntar al llegar a la cita por mi para que te dejen entrar.

-pollett la hace entrar en la sala, la amante creyendo que la otra mujer formaba parte del juego. Cuando lo ve, cargado de cadenas en muñecas y cuello, al tiempo que mi adorada fusta le infringía el castigo que yo le estaba aplicando en el trasero y espalda, exclama: ¿Pero qué está loca ?

-Se enoja, pero lo disimula y en lugar de achicarse o comenzar a gritar airada o salir descompuesta de la sala, se quedó allí con los ojos brillantes. Después de unos breves minutos de observar la escena, se acerca y pide ocupar mi puesto diciendo: Desearía jugar un poco con él. Naturalmente la esposa asiente cuando le volteo a mirar, y ella ya estaba a un lado sentada en el butacón que suelo usar cuando sesiono. Y aunque la solicitud no vaya dirigida a ella y pareciéndome razonable la propuesta, le cedo mi lugar a la amante y  ambas, cada una con un rebenque comienzan a zurrarlo con dureza, tanta que al ver que chilla, le ordeno a pollett que le coloque una gag-spyder* (* mordaza con anillo y ganchos de acero a ambos lados de la boca abierta, que ya colocada semejan las patas de una araña), para calmar el vocerío del infiel. ¿Y crees que alguna me pregunto si aquel proceder podía causarle problemas al fulano? Pues no, a las dos les importo un carajo.

-No obstante cuando veo que se están extralimitando, les ordeno detenerse. El castigado, estaba con el falo endurecido y chorreante, completamente erecto. Se notaba que lo estaba disfrutando aunque protestara antes. Ambas se miran y entonces se ponen a reír, al unísono. Y una le pregunta a la otra: ¿Eres su esposa verdad? Y tú eres su amante, ¿no? Y no creas que se detienen eh, hasta que una de ellas manifiesta, en concreto la esposa: a partir de ahora, antes de follárnoslo, lo fustigaremos las dos y si no nos complace a ambas, lo seguiremos fustigando, hasta que nos deje satisfechas. El tipo, se gira hacia donde estoy y me suplica con la mirada sin poder manifestarlo con la boca. Me hago la desentendida. Entonces ordeno a pollett que le libere de la mordaza y él grita: “¡están locas! ¡Todas!”.

Y yo le digo: No permito griterío en mi casa sin mi consentimiento, por lo que le indicó a pollett que le vuelva a colocar la mordaza. A continuación y con él, todavía encadenado, una de ellas en la sesión lo arrastró al potro y hace mueca de querer sodomizarlo, entonces me acomodé uno de los strap-on para mostrarles como iba y nos acomodamos las tres mujeres, al tiempo que le ordeno a pollett que comience a probar un plug pequeño en su culo, mientras caminábamos alrededor de él con fusta y rebenques en mano, mientras, pollett dilataba con saliva y lubricante en sus suaves dedos el ojete del tipo infiel, para comprobar qué capacidad de aguante tendría. Ninguna, ni la esposa ni la amante detuvieron la escena. Al parecer a ambas les agradaba sobremanera la idea.

-¿Y cómo prosigue?

Aida con semejante relato ya  estaba a punto de estallar. Para su fortuna, vermis seguía con su verga erecta y dura, esperando poder ser útil, no únicamente como maid, claro.

De reojo pude observar a pollett que empezaba a babear al escuchar mi cotilleo.

-Pues verás querida. El suplicio siguió, hasta el punto que ya han conseguido abrirlo suficientemente para cogérselo por el culo. Les dí una mínima clase con el strap-on y las dejé con él, una y otra se turnaban. Al parecer ambas se dieron el «quien vive» con el fulano adultero.

Aida se quedó estupefacta o eso quiso simular.

-¿No te lo crees?

-Verás cariño, parece del todo increíble.

-Pues tan cierto como que tú y yo estamos aquí ahora tomando ésta copa de tinto y placenteramente acomodadas.

-Sabes, me has puesto tan caliente que voy a usar a tu perro, puedo también usar a pollett como la otra vez? Dime que sí, anda.

Agnes miró a su amiga con tiento, pretendiendo simular modosidad.

-¿Pueden ser los dos?

-Me parece Aida que tendré que comenzar a cobrarte tributo también, le decía Agnes riendose por supuesto.

-Pues no te cortes cariño, pero ahora no me dejes en la estacada, aunque mejor dicho, déjame con la estaca decía euforica a vermis, que se alistaba para aceptarla en sus manos, al tiempo que pollett se acercaba en cuatro patas para satisfacerla y la acomodaba cerca de vermis que yacía en el suelo esperando que lo montaran como el animal que era. Antes, pollett se arrodillaba ante Aida para hacerse paso con las manos y lengua por sus delgadas piernas, ataviadas con un par de stilettos en plata y lencería en encaje negro.slaves

-Empezó a lamerle los pies calzados, subiendo por las piernas, abriéndoselas poco a poco, dejando paso a su diestra lengua y a sus suaves dedos los cuales, se hacían paso camino a la palpitante, hormigueante y dilatada vulva de Aida, las diminutas bragas de encaje que Aida solía usar a juego con el fondo de gasa adornaban su delgado cuerpo, de piel blanca y senos perfectos, éstos erectos asomaban debajo del transparente fondo.

-Apenas Aida sintió las suaves y diestras manos de pollett que la acariciaban y la cínica lengua lamiéndole pies y piernas, que fue en un arranque de éxtasis  que tomó a pollett del cabello para llevarle el rostro a su coño que ya chorreaba urgente por las ágiles caricias de la esclava, las cuales Aida recordaba perfectamente, pollett la embistío con la boca en sedienta desesperación, Aida, jadeaba de placer para ése entonces y fue que antes de correrse, miró a vermis que yacía en el suelo esperando.

-Y ofreció la cadena que sugetaba el collar que Agnes le ponía. Aida, la tomo para montarlo frenética, se escuchaban los chasquidos de su vulva empapada por el squirt que pollett le había provocado, sin dejar de moverse de un lado a otro en un delirante vaivén con la polla endurecida de vermis dentro de ella, lo tomó de la cadera para montarlo al aire sin dejar de jadear, mientras se corría una y otra vez, ya que era multiorgásmica, vermis iba a sentir las uñas en su cadera y en la piel. vermis

-vermis, antes, echado en el suelo, esperando ser usado ahogaba los gemidos al presentir la escena que se avecinaba, éste tenía prohibido gemir, y si lo hacía Agnes le azotaría o lo castigaría torturándolo como Ella disfrutaba, pero él no, aunque saberlo le hacía sentirse dichoso y honrado. A veces soltaba un gemido mal fingido con la esperanza de ser castigado por Agnes. Ella le ordenaba dormir a sus pies, poniéndose de cara a su culo y sin atreverse a lamerla o besarle, lo cual era una cruel tortura para vermis, pero una delicioso orgasmo para Agnes.

La multiorgasmica de Aida, por fin terminó y pollett la limpiaba con sumo respeto y cuidado, mientras vermis le servía una copa de vino y la peinaba, no sin arreglarle la ropa ya con calma.

Aquella tarde cuando Agnes regresó a su domicilio, por el camino fue pensando en lo acontecido por la tarde. Había logrado o al parecer comenzaba a creerlo, un nuevo adicto. El sumiso y reverente correo así se lo hacía presumir. Luis no se había demorado en ponerse en contacto con Ella, para suplicarle de nuevo que lo aceptara en su cuadra.

-Su amiga Aida, con la que ya viene compartiendo tres décadas de vida, le interrumpió los pensamientos cuando le llamó al móvil para decirle: Querida, “Jamás en la vida imaginé que pudiera gozar como lo he hecho hoy». Me has puesto caliente con el cotilleo de esas mujeres que me has contado y a continuación me has ofrecido la mejor polla y la mejor lengua que jamás he conocido y probablemente conoceré. Gracias Hermana”.

-Agnes sabía que su querida amiga era feliz al menos cuando la visitaba, le gustaba que se quedara bien servida, era en esos momentos lejos de su «jaula de oro» la cual había elegido tener años atrás, que era realmente dichosa.

Tampoco vermis le ocultó que seguía estando motivado para no pensar en servir a otra Dómina, algo que Dómina Agnes conoce aunque no suela ser lo habitual en muchos sumisos, que andan siempre buscando nuevas experiencias y que no saben ni conocen la palabra lealtad. Naturalmente pollett, bisexual extrema, gozó como perra que es, de todos los fluidos que Aida le regaló en las tres corridas que su lengua le propició. Después,  vermis le había dado el gozo de dos satisfactorios orgasmos al montarlo. Tuvo que acompañarla hasta su casa, pues decía no poder sostenerse casi en pie, de lo obnubilada que iba.

Antes de entrar Agnes en su apartamento, de nuevo le vino a la mente que no aprovechaba suficientemente para sí misma todas las posibilidades de sus criaturas, como si esa ley que Ella se ha autoimpuesto desde un principio, no pudiera saltársela a conveniencia. “No tendré sexo con mis esclavos”.  A fin de cuentas me pertenecen y estoy segura que ellos mantienen la esperanza de ser usados por mi alguna vez. Sin embargo, la experiencia le ha demostrado que tener un sumiso en exclusiva al final sólo trae dolores de cabeza, se tornan engreídos, egoístas, caprichosos, rebeldes incluso, creyéndose únicos y especiales.  Aprendió que demostrarles afecto en algunos casos no es siempre una buena táctica porque: «se suben a las barbas» y empiezan a causar líos en todos los sentidos. Y después de haber pasado por la primera y última decepción que le causo un esclavo que había amado y por el que tuvo sentimientos sinceros, no le quedaron ni asomo de ganas de volver a tratar a otro en deferencia. Por eso pollett es su única esclava particular, los hombres sumisos son demandantes y posesivos, tornándose malcriados, aunque no lo manifiestan frente a los ojos de su Dueña. Lo demuestran y expresan corporalmente con todo aquel que se acerque a Ella, lo que al final les hace perder el rumbo, cegados por el territorial sentimiento egoísta que tiene el ego masculino. Pero ya estaba Ella para educarles y enseñarles su sitio.  Los años le han enseñado que un esclavo es necesario pero no indispensable y sobre todo era, sustituible.

Autor: Ðomme An~Liman†our.

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