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LA AMA HECHICERA

Altea, capitana de la temible Caballería Amazona, no podía creer lo fácilmente que había caído en la emboscada tendida en el bosque que circunda su castillo, por los brutales ogros siervos de la pérfida hechicera Morgana.

Ahora yacía encadenada en la lóbrega mazmorra de la tiránica hechicera, enemiga del Reino Amazona y aliada de las diabólicas fuerzas de las sacerdotisas de Yshdra, la Diosa de la Lujuria BDSM.

Altea era una guerrera experimentada y sabía que la líder de sus enemigos, la torturaría fiera y cruelmente para hacerle confesar los secretos del ejército de las amazonas.

La capitana había oído oscuras historias sobre lo que les ocurría a las amazonas que tenían la desgracia de caer prisioneras de la terrible Morgana y al parecer, hasta las más duras, valientes y resistentes, terminaban claudicando ante las brutales torturas a las que eran sometidas.

Un implacable taconeo venido desde la puerta metálica de la mazmorra, puso a Altea en guardia… seguro que sería ELLA.

Las peores previsiones de la prisionera se hicieron realidad y la escultural  Morgana, se erigió arrogantemente delante de la encadenada cautiva, mostrando unas interminables y muy atractivas piernas…

—Te ahorraré horas de trabajo, pelirroja —rugió desafiante Altea —.He sido entrenada por las mejores maestras en el combate desde mi más tierna infancia. He sobrevivido semanas en las peores condiciones posibles, en los desiertos más secos e inhóspitos y en las más frondosas y salvajes junglas, enfrentándome a las peores bestias imaginables. Estoy acostumbrada al dolor más extremo, puedes arrancarme los pezones, las uñas de manos y pies, sacarme los ojos de las cuencas, marcarme lentamente con hierros al rojo, u ordenar a tus ogros que me violen, pero te juro por lo más sagrado que jamás te confesaré lo que sea que quieras saber…

Altea calló al fin, mirando fijamente a Morgana. Quería saber de la reacción de ésta ante sus valientes palabras, pero lejos de parecer impresionada, la bruja pelirroja se limitó a sonreír arrogantemente.

—No están nada mal todas esas torturas que has mencionado —dijo al fin la bruja, con un intimidante pero sensual tono de voz, que indicaba que estaba acostumbrada a ser obedecida —pero veo que las amazonas, aparte de hablar demasiado, tenéis una alarmante falta de imaginación.

La hechicera se aproximó aún más a la prisionera y a la luz de las antorchas, y Altea pudo ver algo que la dejó boquiabierta: Morgana llevaba puesto un consolador de látex negro de grandes dimensiones, mayor incluso que los miembros viriles de los bestiales ogros que servían a la malvada bruja.

—Las guardianas amazonas sois vírgenes ¿verdad? Creo que es hora de cambiar eso…

—¿Vas… a violarme?

—No veo la necesidad, pero cuando termine contigo, me rogarás que te folle…

Morgana se sentó sobre una silla de madera, situando a su maniatada prisionera a horcajadas encima de ella.

Luego colocó cuidadosamente el gigantesco falo entre las piernas de Altea, pero sin penetrarla, al tiempo que le propinaba violentas nalgadas que rápidamente enrojecieron el bello y perfecto culo de la amazona.

—Así que eres toda una putita ¿eh? Sabes que has sido muy mala y te mereces que te azoten ¿verdad, zorra? —Morgana subió la intensidad de los azotes y Altea, casi sin darse cuenta, empezó a restregar rítmicamente su ya húmedo sexo contra el gran falo de la bruja, al compás de las bofetadas que llovían cadenciosamente sobre su castigado trasero.

En pocos minutos, la amazona comenzó a gemir en pequeños suspiros entrecortados, mientras colocaba, de una manera casi inconsciente, su excitada y dilatada abertura sobre el gigantesco pene oscuro.

—No… ¡Es muy grande…! —gimió Altea, deseando que ocurriera lo peor.

—Así disfrutarás más, puta —Morgana comenzó a mover las caderas, introduciendo muy lentamente el muy  grueso capullo de látex en el interior de su prisionera.

La amazona gimió de placer y dolor, pues jamás había sido follada por un miembro viril y menos de semejantes proporciones… La hechicera mordió los pezones de Altea, penetrando el esfínter de ésta con dos dedos lubricados con saliva, hasta que por fin, la prisionera alcanzó el clímax.

—Ya es suficiente… por ahora…

Morgana fue todos los días a la mazmorra durante una semana, repitiendo el mismo tratamiento sobre la capitana, introduciéndole cada vez más profundamente el pene de látex y azotándola en el culo con paletas de cuero.

Luego, dejó de visitarla y Altea, ya irremediablemente adicta a los “cuidados” de la Dómina Hechicera, tan solo duró tres días en silencio, hasta que entre gritos y sollozos, rogó a sus carceleros por volver a ser la sierva de su Ama Morgana, a la que suplicó de rodillas y lamiendo sus botas, para que le concediera el tremendo honor  de ser su fidedigna y eterna sierva.

Finalmente, la esclava Altea confesó todo  lo que había que saber sobre la situación, armamento y avituallamiento de las tropas del ejército amazona, que por fin fue derrotado por las fuerzas del invencible ejército de la Emperatriz y Suprema Ama de la Magia Negra, Lady Monique de Nemours, que tan eficaz y astutamente capitaneaba su fiel lugarteniente, la bruja Morgana.

Autor: Laurence.

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