LA ALUMNA – 3 ª PARTE
Después de la ducha, Paula entró en su habitación y sobre la cama estaba la ropa que debía ponerse. Había una falda corta, pero no tanto, sólo un poco por encima de la rodilla, un jersey normal y unos tacones no muy altos. No había ni medias ni ligueros, para que fuera totalmente desnuda bajo su ropa. Aún tenía el consolador en su culo y sobre la cama estaba el tubo de lubricante.
Sacó el consolador, lo volvió a lubricar y de nuevo se lo metió profundamente en su ano. Mientras se maquillaba su estómago le recordó el hambre que tenía. No había comido nada durante todo el día y desde el viernes no había comido nada decente. Tan pronto como estuvo lista bajó las escaleras para encontrarse de nuevo con Alicia.
-Tendrás que preparar la cena, tu hija tendrá hambre cuando llegue, pero antes enséñame el consolador de tu culo.
Paula se alzó la falda y se inclinó hacia delante.
-Ábrete el culo.
Paula, avergonzada, llevó sus manos a su culo y separó todo lo que pudo sus nalgas para que Alicia comprobara que tenía bien metido el consolador.
-Quédate así y tócate el coño.
Paula comenzó a tocar su coño y al segundo ya estaba goteando.
-Qué rápido te pones caliente, perrita -dijo Alicia en tono burlón-. Deja de tocarte el coño y ahora ve a preparar la cena. Para mí y para tu hija nos prepararás spaghetti con tomate y una buena ensalada, para ti sólo unas hojas de lechuga, pero sin aliñar ni nada, secas. A menos que también quieras espaguetis, pero recuerda que te los meterás en el coño y luego te los comes, y no creo que te apetezca hacerlo delante de tu hija Sonia.
-Por favor, señorita Soto, tengo mucha hambre -rogó Paula.
-Cómo vas a tener hambre si hace menos de dos horas te has hartado te esperma, que tiene muchas proteínas y es muy nutritivo… Tienes que estar bien llena, ¿o quieres más esperma?
-No, gracias, señorita Soto -contestó Paula humillada y sin más, fue a preparar la cena que le había ordenado Alicia.
Al rato oyeron cómo se abría la puerta…
-¡Mamá, ya estoy en casa!
-Estoy en la cocina, Sonia.
Sonia entró en la cocina y se paró de repente…
-¿Mamá, qué te has hecho en el pelo?
-¿Te gusta?
-Es muy diferente, nunca lo habías tenido tan corto.
-Quería hacerme algo diferente.
-Vas muy arreglada y maquillada, ¿vas a salir esta noche?
-No, cariño, solamente decidí cambiar un poco e ir más elegante.
En ese instante, Sonia reparó en la presencia de Alicia y la saludó.
-Sonia, tú ya conoces a Alicia, ¿no?
-Sí, mamá, de la Universidad.
-Es que se va a quedar aquí algunos días, tiene problemas con sus padres y de paso me ayuda un poco con las cosas de clase.
-Será divertido tenerla aquí. Bueno, voy a asearme un poco.
-Yo también, te acompaño y te ayudo a deshacer la maleta -dijo Alicia.
Alicia y Sonia subieron la escalera y Paula se quedó nerviosa en la cocina preparando una cena de la que no iba a disfrutar. El único consuelo era que aquellos tacones no le hacían tanto daño en sus pies como los otros.
Cuando la cena estuvo lista, Paula avisó a las dos chicas, que bajaron las escaleras charlando alegremente, como dos viejas amigas. Las jóvenes se sentaron a la mesa y Paula les sirvió la cena, luego puso sobre la mesa un plato con varias hojas de lechuga secas.
-¿No vas a cenar nada más, mamá?
-No, cariño, estoy intentando perder algunos kilitos -dijo Paula mintiendo de nuevo a su hija.
-Ponnos un par de Coca-colas, Paula -exigió Alicia.
-Mamá, nosotros siempre hemos tomado Pepsi, ¿por qué ahora Coca-cola?
Le preguntó extrañada Sonia. Qué podría decir Paula ahora…
-Yo traje las Coca-colas, Sonia -habló Alicia, salvando del apuro a su profesora-, no sabía cuál tomabais, y a tu mamá le ha gustado más que la otra, me ha dicho que a partir de ahora prefiere comprar esta marca, ¿verdad, Paula?
-Sí y me ha gustado mucho más, seguro que a ti te encantará, Sonia, ya verás, además es mejor para mi dieta… -Otra mentira.
-¿No vas a sentarte, Mamá?
-No, cariño, tengo muchas cosas que hacer, así termino antes -mintió por cuarta vez en tan poco tiempo, nunca antes lo había hecho.
Cuando las chicas terminaron se fueron hacia arriba dejando a Paula en la cocina para que lo limpiara todo. Normalmente Sonia friega los platos de la cena, pero Alicia le dijo que fuera con ella para arriba, que Paula estaría muy contenta de limpiar ella sola. Paula comprendió que nunca más la ayudarían a limpiar los platos. Cuando Paula terminó, fue arriba y preguntó a las chicas si necesitaban algo. En ese momento se dio cuenta de que tenía una necesidad urgente de ir al baño. Pero tenía el consolador en su culo. Ella hizo como un gesto con sus ojos para que Alicia saliera y le dijera algo, pero la joven la ignoró por completo.
-¿Has terminado de corregir los exámenes del viernes, Paula? -preguntó inocentemente Alicia- Puedes ir a hacerlo ahora, que yo me quedaré aquí con Sonia entreteniéndonos mientras tú los repasas.
Paula se dio cuenta de que aquello era una orden. ¿De qué estarían hablando Alicia y Sonia? Su tensión era tremenda en esos momentos de prueba. Se fue a su cuarto y se sentó en el suelo extendiendo los papeles a su alrededor. Pensó que si se centraba en su trabajo podría mitigar los fortísimos calambres que tenía en sus intestinos. Un par de horas después apareció Sonia para darle las buenas noches…
-Estoy muy cansada, dile a papá que le mando un beso cuando llame luego. Buenas noches mamá.
Paula le dio las buenas noches a su hija, se había olvidado por completo de que su marido la llamaría ese día por la noche. Después de que Sonia se hubo acostado, apareció Alicia…
-Ya estamos solas, levántate, perrita.
-Por favor, señorita Soto, ¿puedo quitarme el consolador e ir al baño? -le dijo suplicante y ansiosa.
-Por supuesto que sí, perrita, ¿por qué no me lo has preguntado antes? -dijo Alicia con una pícara sonrisa-. Cuando te quites el consolador lo limpias con tu lengua y recuerda cómo debes usar el baño, sobre la taza en cuclillas, nunca sentada, a menos que quieras ir a hacerlo al jardín.
-Usaré el baño, señorita Soto, muchas gracias.
Paula salió corriendo hacia el baño. Sacó el consolador de su ano, se puso en cuclillas sobre el váter y no le costó mucho hacer sus necesidades rápidamente. Entonces comenzó con la desagradable tarea de limpiar pulcramente con su lengua el consolador.
-De momento no necesitas volvértelo a poner, perrita -le dijo Alicia desde la habitación.
Cuando Paula entró en la habitación llevando tan sólo sus zapatos de tacón, Alicia la esperaba sentada en la cama y a su lado los zapatos con los tacones más altos.
-Ponte estos, te hacen unas piernas y un culito preciosos y apetecibles.
Alicia le ordenó que se arrodillara y luego, con unas pataditas, la hizo abrir bien de piernas, exponiendo su coñito depilado, luego le dio el consolador negro…
-Pon a tu amiguito negro en tu coño.
Paula cogió el monstruo negro e intentó meterlo en su húmedo coño…
-Señorita Soto, es demasiado grande, no me entra.
-O te entra o lo tendré que hacer yo y es posible que yo sea algo escandalosa y haga demasiado ruido y también es posible que te duela mucho más.
Paula, asustada, comenzó a presionar la cabeza del instrumento hasta que ésta consiguió alojarse y poco a poco lo dejó ir resbalando en su interior hasta que tuvo una buena porción dentro.
-Métetelo y sácatelo hasta que te lo metas entero.
Paula comenzó a sacarlo y meterlo con gran esfuerzo hasta el límite de la capacidad de su coño, era imposible que aquello entrara por entero, era demasiado grueso y largo.
-No te preocupes mucho, perrita, de aquí a unos días te entrará enterito.
«Imposible», pensó Paula, sin dejar de meter y sacar el aparato de su coño, sintiendo un placer que la llevaba al borde del orgasmo.
-No se te ocurra correrte. Si eres buena, quizás más adelante deje que te corras con tu amiguito negro.
El teléfono sonó de repente y Paula miró a Alicia con ojos suplicantes.
-Coge el teléfono, pero no pares de mover el consolador mientras hablas con tu marido, si veo que paras de metértelo o te corres, despertaré a Sonia para que hable con su papá y eso no te gustaría, ¿verdad? ¡Ah! y no se te ocurra mencionarme -dijo Alicia con una sonrisa maliciosa en su pícaro rostro.
Paula cogió el teléfono temblorosa e intentó hablar de la forma más normal haciendo un gran esfuerzo, sintiendo cómo cada vez más longitud del consolador se perdía en su interior. Estaba muy caliente.
El marido estaba tan preocupado por la tardanza de Paula en coger el auricular que no se dio casi cuenta de la respiración entrecortada de su esposa.
Ella casi no oyó nada de lo que le dijo, sólo sentía el enorme consolador negro entrar y salir de su coño y el terrible placer que le proporcionaba.
Cuando colgó el teléfono no tenía ni idea de qué había hablado con su marido. En cuanto colgó…
-Por favor, señorita Soto, déjeme que me corra, por favor…
-¿Qué estarías dispuesta a hacer si te lo permito?
-Todo, señorita Soto, ordéneme lo que quiera… -dijo desesperada Paula.
-Bésame el culo, perrita -le ordenó Alicia dándose la vuelta y levantando su falda, mostrando su maravilloso culo desnudo.
Paula, avergonzada, puso sus labios en el culo de su alumna dando tímidos besos.
-Veo que eres tímida. Si de verdad quieres correrte tienes que hacerlo mejor, mete tu lengua en mi culo y úsala bien.
Paula sacó su lengua y comenzó a acariciar el ano de Alicia, la sacó aún más y la introdujo dentro del ano de su alumna favorita.
-Mueve esa lengua y métela bien adentro, perra.
Intentó introducir aún más su lengua. Ya no podía más, estaba ardiendo. Sobre el suelo había un pequeño charco de sus jugos y vio que tenía metido más de la mitad del enorme aparato, que chocaba con el fondo de su vagina. Siguió metiendo y sacando el enorme aparato, siguiendo el ritmo de su propia lengua en el ano de su alumna.
-¡Córrete, perra!
Paula no se hizo esperar y al instante gimió y se tapó la boca para no gritar por la increíble intensidad de su orgasmo. Ella se corría y volvía a correrse una y otra vez, era impresionante. El charco en el suelo crecía de forma alarmante, acorde con la intensidad del orgasmo. Paula poco a poco fue volviendo a su mundo.
-Bien, eres una gran lamedora de culos, habrá que usar a menudo esa habilidad tuya y además veo que casi tienes por completo dentro a tu amiguito negro.
Paula comenzó a sollozar.
-Si cada vez que te corres te vas a poner a llorar, no te dejaré que te corras nunca más.
Paula luchó por dejar de gemir.
-Ahora limpia tu juguete negro y luego lame todo lo que has derramado en el suelo. Luego, duermes en el suelo junto a la cama y con el consolador negro metido en la boca durante toda la noche. Pon tu reloj a las seis de la mañana, dúchate y ten el desayuno de Sonia y el mío preparado para las siete y media. Puedes ponerte la túnica roja hasta que yo decida qué te pondrás para ir a la Facultad. Ah, y no se te olvide preparar tu bolsa de deporte para ir al gimnasio a sudar un poco, buenas noches, perrita.
Alicia salió sin demora de la habitación, Paula se quedó allí sentada sobre el suelo durante un buen rato mirando el enorme charco en el suelo que ella misma había provocado, antes de comenzar a hacer las tareas que le acababa de encomendar su Dueña.
El sonido del despertador sobresaltó a Paula y le desagradó bastante, eran las seis de la mañana, demasiado temprano, sobre todo pensando en la hora en que por fin concilió el sueño, estaba exhausta. Su coño aún goteaba un poco al despertar con la polla negra en la boca. Casi se arrastró hasta el baño pensando que una ducha caliente la espabilaría. Su mandíbula, por tener el consolador en la boca toda la noche y su coño, por el entrenamiento del día anterior, le dolían de forma alarmante. Pero con sólo pensar en eso su coño de calentó de nuevo, nunca antes en todas sus experiencias sexuales había sentido tanta intensidad como en esta relación junto a Alicia.
Le hubiera gustado estar más tiempo bajo el agua caliente, pero las tareas le esperaban y se limitó a una ducha ligerita y a lavar bien su pelo. Aunque pensó que la ducha fue rapidita, se asustó al ver la hora cuando terminó y se secó el pelo y se maquilló con prontitud. Luego se puso la túnica roja y se sorprendió al encontrarla tan transparente, casi se percibía su culo y sus tetas a través de la fina tela. Se preocupó pensando en qué pensaría su hija al verla, esperó que no se notara tanto o que simplemente era su forma de verlo, que percibía tan transparente la prenda.
Fue a la cocina y comenzó a preparar un suculento desayuno a la americana. Todo olía tan bien mientras lo preparaba, que esperaba que Alicia al menos le dejara probar algo. Tenía tanta hambre y hacía tanto que no tenía una comida decente, que estaba desesperada. A las siete y cuarto despertó a Alicia y a Sonia, diciéndoles que el desayuno estaba listo. Alicia le dijo a Sonia que se adelantara, que ella bajaría en un minuto.
Fue al dormitorio con Paula y le preparó la ropa: unos tacones altos, aunque no tanto como los habituales, una falda que le quedaría bastante por encima de las rodillas y un suéter blanco que permitía ocultar el hecho de que iba sin sujetador, pero que cualquiera que se acercara lo bastante y se fijara en el detalle, podría ver sus pezones. También le preparó una bolsa para el gimnasio: unas mallas demasiado estrechas, un body que la oprimiría demasiado, unos calcetines blancos y unas zapatillas de tenis. También metió una faldita muy corta de color rojo, una camisetita corta y estrecha y los zapatos más altos. Paula miraba las prendas que Alicia fue metiendo en la bolsa de deporte algo preocupada…
-No te preocupes, perrita, en la escuela te daré una nota con las cosas que tienes que hacer cuando terminen las clases.
Alicia bajó para desayunar y dejó a Paula en el dormitorio para que se fuera vistiendo. Cuando ésta terminó de vestirse para ir a la Facultad, bajó a la cocina esperando que Alicia le permitiera comer algo. Cuando llegó, en la cocina sólo estaba Alicia.
-Aquí tienes tu desayuno, lo que a mí no me ha entrado, estoy llena.
Sobre la mesa sólo había un simple trozo de tostada seca y un poco de zumo de naranja en un vaso. Paula se sentó ante la mesa.
-También he preparado tu almuerzo en esta bolsa, pero no puedes abrirlo hasta la hora de comer y debes abrir la bolsa y comértelo en el comedor de la Universidad junto a los otros profesores.
Paula comió el trozo de pan tostado y el poco zumo que le había dejado, que aliviaron algo su tremenda hambre, después se puso a limpiarlo todo mientras Alicia se preparaba para ir a la escuela.
Paula llevó a Alicia y Sonia en su coche, aparcaron y caminaron hacia el interior de la Universidad. Paula iba bastante incómoda, iba sin bragas y sentía bambolear libremente sus pechos bajo el suéter. Supuso que nadie se daría cuenta, pero ella iba asustada por si alguien se percataba. Sonia se dirigió hacia su clase y antes de hacerlo Alicia, se acercó a Paula…
-Tus tetas se mueven deliciosamente, perrita, son preciosas y se ven tan grandes…
Esto sólo sirvió para que Paula se azorara aún más.
El día pasó relativamente tranquilo y rápido. Cuando fue a almorzar, Paula era consciente de su desnudez, de sus pechos bamboleantes y su coño, que sentía el aire fresco acariciarlo. Pero nadie dijo nada, sólo su cambio de peinado levantó algún comentario de sus compañeros de trabajo y fue centro de atención, sobre todo le comentaron que se le veía mucho más joven y dinámica. Cuando se sentó en la mesa para comer, temió mirar qué le había preparado Alicia para almorzar.
Se sentó en un extremo de la mesa, pero no podía evitar ser el centro de atención de sus compañeros debido a su nuevo estilo. Cuando abrió la bolsa se encontró con medio sándwich de pollo, una manzana y dos galletitas pequeñas, parecía que no había nada más. Ella pensó que habría alguna nota de Alicia, pero nada. Comenzó a comer lentamente su frugal almuerzo, saboreándolo mientras charlaba normalmente con sus compañeros, estaba agradecida de por lo menos poder comer algo medio decente, no era suficiente comida, pero al menos su estómago dejó de gruñir.
Cuando todo comenzó hacía tan sólo tres días ella estaba aterrada de lo que podría ocurrir con su trabajo y su familia, sin embargo, Alicia no la había avergonzado o humillado, ni había intentado nada extraño en la Facultad ni en su casa delante de su hija, tan sólo la túnica roja, en la que Sonia ni siquiera reparó. No dejaba de confesarse a sí misma que si todo seguía así, aquello le atraía de forma irremediable, la enganchaba por momentos…
Después de comer, Paula fue a su aula a preparar la siguiente clase de la tarde, unos minutos antes de que entrara nadie, Alicia apareció…
-Abre tu bolso, perrita.
Paula la obedeció sin pensar.
-¿Dónde están las cosas que siempre debes llevar aquí? ¿Dónde están tu consolador para el culo, tu polla negra favorita y tu collar?
-Oh, no, lo siento, señorita Soto, lo siento de verdad, perdóneme, se me ha olvidado, por favor, perdóneme…
-Perrita, me has decepcionado mucho, me he dado cuenta de que esta mañana no has jugado con tu coño, después de la ducha no te pusiste los tacones más altos, esta mañana te estuviste sentando sin pedirme permiso en ningún momento y ahora esto. ¿Te crees que mis reglas son de broma? ¿Acaso no las entendiste cuando las leíste? ¿Piensas que soy idiota? A partir de ahora, cuando entres en tu clase, te pondrás en un rincón de cara a la pared hasta que yo entre o algún alumno entre en la clase. Nunca te muevas de allí, pase el tiempo que pase entre clases, como si hay una hora en la que no tienes clase y el aula está vacía, tú te quedarás en el rincón con tus manos atrás esperándome y nada de ir al cuarto de los profesores a tomar café o charlar. Eso se acabó. Tu sitio, mientras no estés trabajando, será el rincón. Y cuando termines con todas las clases, al rincón, y me esperas ahí a que yo llegue.
En ese momento entraron algunos estudiantes y disimuladamente Alicia se fue a su escritorio, mirando sonrientemente a Paula que la miraba desconcertada, sin tiempo de haberle respondido y muy nerviosa con la nueva orden.
La clase transcurrió de forma normal, pero Paula no pudo evitar estar todo el tiempo pendiente de Alicia, que hablaba con sus compañeros y sin saber qué podría estar contándoles. Paula estaba tan asustada… En ese momento se dio cuenta de que había ido al baño en dos ocasiones en la escuela, que se había sentado para orinar y sintió la obligación de confesárselo luego a Alicia.
Por fin el día de clase terminó y en cuanto el último de sus estudiantes salió por la puerta, Paula se asomó al pasillo y después de ver que todos salían, se dirigió al rincón y se dispuso a esperar pacientemente. Paula sabía que su hija no sería un problema, después de las clases ella tenía que ir al pabellón de deportes a entrenar balonmano y aquello duraba al menos dos horas o más.
Después de casi media hora de nervios en el rincón, Paula oyó la puerta del aula, se volvió y vio entrar a Alicia, ésta se sentó en una silla y ordenó…
-¡Quítate la falda, perra!
Asustada, Paula dejó caer la falda al suelo sin rechistar, dejando al descubierto su hermoso culo. Se enrojeció mucho preocupada en que alguien pudiera entrar sorpresivamente en el aula. Muy nerviosa, Paula le habló a Alicia…
-Señorita Soto, tengo que confesarle algo. Durante el día de hoy he ido al servicio en dos ocasiones y me he sentado en la taza del váter para orinar. Lo siento mucho, no me di ni cuenta, por favor, perdóneme, no volverá a ocurrir, me pondré en cuclillas cada vez que vaya.
-Bien, has hecho muy bien en contármelo, pero ya que me has fallado, a pesar de que tuve la deferencia de permitirte orinar en los servicios de los profesores, pero siempre en cuclillas por tu condición de perra, a partir de ahora, cuando quieras orinar, olvídate de los servicios, vete a los jardines de detrás del campus y mearás detrás de los setos como la vulgar perra que eres. Me has fallado y ahora date la vuelta y ponte junto a tu mesa, el haberme confesado tus faltas no te librará de lo que te tienes merecido, perra.
Paula se volvió y se puso junto a su escritorio. Luego, Alicia se dirigió hacia ella y se puso a rebuscar por los cajones de la mesa, hasta que encontró una larga regla de madera. Ordenó a Paula que se apoyara sobre la mesa y que levantara bien su culo.
-Si yo fuera tú, procuraría no hacer mucho ruido ni gritar, por los alumnos no te preocupes, me he cerciorado de que todos habían dejado la escuela antes de volver, pero creo que el servicio de limpieza ha comenzado a trabajar y dentro de poco le tocará esta sección.
Y sin más palabras, Alicia comenzó a azotar sin compasión el culo de su profesora. Azotaba salvajemente, sin medida, sin preocuparle el dolor. Pronto, algunas lágrimas corrieron por las mejillas de Paula mientras apretaba sus labios para evitar gemir o gritar. Aquello le dolía horrores, pero sabía que había metido la pata, que le había fallado a su Dueña y que aquel castigo era merecido y lógico.
Sin embargo el sonido de la regla golpeándola le preocupó demasiado, sonaba muy estridente y ya imaginó que el servicio de limpieza vendría alarmado y la encontraría con el culo desnudo y una alumna azotándola sin piedad. Aquello era demasiado.
De repente la regla se rompió sobre su culo y Alicia paró. Tiró la regla rota por la mitad a la papelera y le ordenó a Paula que volviera al rincón, pero que no se pusiera la falda.
-Ahora quédate ahí hasta que yo vuelva, regresaré en cinco minutos, voy a buscar algo y entre quien entre, si vuelvo y te has movido, buscaré otra cosa para azotarte y volveremos a empezar hasta que se rompa lo que encuentre para castigarte.
Paula fue al rincón y Alicia desapareció por la puerta por lo que le pareció a Paula una eternidad. Paula temblaba de los nervios, en cualquier momento podía aparecer alguien por la puerta y encontrarla de cara a la pared, desnuda de cintura para abajo, con su culo desnudo y completamente rojo y marcado de profundas líneas moradas, no podía evitar gemir de puro miedo.
Alicia volvió y dejó sobre la mesa la bolsa de deporte de Paula y le dio una nota…
-Aquí están las instrucciones que debes seguir hasta esta noche y ya sabes lo que pasará si no cumples cuanto te ordeno. Debes completar todas las instrucciones antes de las diez de la noche, ya que si no lo haces así, mañana me despertaré tarde y no podré recuperar el sobre que he dejado sobre la mesa del Decano con las últimas fotos que te he hecho durante este fin de semana. Si cumples, me levantaré temprano y llegaré antes que el Decano a la Facultad, que como sabes siempre llega puntual a las 8:30 y así nuestro secretito permanecerá entre nosotras. Tu coche me lo llevo yo, recogeré a Sonia y le daré cualquier excusa para que no se extrañe de tu tardanza. Para volver a casa coges un autobús o un taxi, tú misma. Aquí tienes dos mil pesetas para todo lo que tienes que hacer hasta las diez. Te veo esta noche, perra.
Alicia, sin esperar ninguna contestación abandonó el aula. Paula cogió su falda y se la puso y luego abrió la nota, era bastante larga y muy detallada. Cuando comenzó a leer, su boca se abrió sorprendida y su rostro se llenó de preocupación. «No puedo hacer esto, es demasiado», pensó, casi comenzó a sollozar al ver su suerte, cuando de repente entró el hombre que se ocupaba de limpiar las aulas. Sorprendida y azorada, Paula cogió la bolsa y salió apresuradamente de la clase sin ni siquiera mirar o decir algo al hombre.
Se sentó en un banco del campus y sollozó su suerte, pensando en que quizás no leyó bien la nota. De nuevo abrió el papel y comenzó a leer lentamente con mano insegura.
«Querida perrita:
Tienes que hacer perfectamente y paso a paso todo lo que hay en esta nota. Tienes que estar en casa antes de las diez de la noche o seré incapaz de dormir temprano y así levantarme para hacer que no se descubra nuestro secretito.
- Estés donde estés leyendo esta nota te quitarás la falda y el suéter.
- Te pondrás solamente ese body que tan ajustadito te queda y se te mete por el culo y la faldita roja.
- Te pondrás los zapatos altos.
- Te dirigirás a tu gimnasio y dejarás tu ropa y tu bolsa sobre un banco.
- Durante una hora harás ejercicios en el gimnasio, pero nada de tonterías, ejercicio del más duro y créeme que me daré cuenta si no lo haces así.
- Estarás muy sudada, así que te ducharás, pero asegúrate de que al menos cinco chicas más, que seguro estarán en las duchas, vean claramente tu coñito depilado antes de salir del gimnasio.
- Una vez te has duchado, ponte de nuevo los zapatos, la faldita roja tan cortita y la camisetita ajustada, que se vean bien tus pezones, si hace falta pellízcatelos para que estén siempre bien erectos, no llevarás nada más.
- Después del entrenamiento irás a una farmacia y comprarás doce condones, pero no una caja de doce, sino individuales y no olvides consultar bien en profundidad cuáles son los mejores condones y los que más gusto dan.
- Después ve al centro comercial y pide algo de cena y recuerda, te la comes de pie y donde todos puedan verte bien.
- Luego ve a la zapatería y busca al joven que te vendió los zapatos que llevas. Si no está el mismo hombre no te preocupes, me vale el que esté trabajando en ese momento para lo que viene a continuación.
- Una vez elegido el hombre le das un condón y le pides que lo llene con su corrida. Arréglatelas como puedas, te recomiendo que se la chupes con el condón puesto o bien le hagas una paja pero tienes que traerme el condón a casa bien lleno de la zapatería.
- El dinero no te llegará, pero necesitarás coger un taxi para llegar a tiempo, así que coges untaxi pero no lo pagarás, sino que en compensación para el taxista le harás una paja o se la chuparás también con un condón puesto.
- Tu misión es que el dinero te llegue, estés aquí antes de las diez de la noche y traer diez condones nuevos y dos llenos de corrida.
Recuerda que sólo tienes dos mil pesetas y que debes estar en casa antes de las diez de la noche, si no es así, a esa hora me iré de tu casa y ya sabes lo que puede ocurrir.
Alicia»
Paula miró el reloj, eran casi las seis de la tarde en ese momento, era imposible. ¿Qué podría hacer con sólo dos mil pesetas y cuatro horas? «Una hora en el gimnasio, media en las duchas, media en la farmacia, media como mínimo y con suerte en los dos buses hasta el centro comercial, en comer ni pensaba, estaba casi descartado. Luego la zapatería, media hora para hacer la guarrada al chico de la zapatería, y luego buscar un taxi y convencer al hombre de que la lleve a cambio de una mamada y tenía que coger como mínimo tres autobuses, era imposible», pensó.
Demasiado ajustado, no podía perder el tiempo, pero estaba casi rendida a los acontecimientos que iban a venir. No podía pensar demasiado para atreverse a hacer todo lo que le había ordenado Alicia, si se lo pensaba nunca lo haría. Al menos anteriormente Alicia estaba cerca, pero en esta ocasión no tendría ese apoyo, tenía que hacerlo todo sola.
Se escondió detrás de un seto, vació todo el contenido de la bolsa de deporte en el suelo y se desnudó rápidamente.
Se puso el body, la faldita y los altos tacones, no se podía ver, pero imaginaba su imagen de lo más ridícula, estaba tan avergonzada con todo esto, que temblaba de arriba abajo.
Miró sus pechos y se pellizcó los pezones, aunque no tuvo que hacerlo mucho, pues ya estaban suficientemente erectos, y pensó que seguirían así todo el tiempo.
Se dirigió disimuladamente y mirando hacia todas partes hacia la parada de autobús para dirigirse al gimnasio, al menos el gimnasio estaba a tan sólo diez minutos en bus.
El autobús tardó como cinco minutos en llegar y ella no dejaba de pensar en todo lo que Alicia le exigía que debía hacer en tan poco tiempo. Se compuso ante la puerta del bus y entró, el conductor no perdía mirada de una mujer vestida de esa forma, con esos tacones y esa minifaldita.
Se sentó, con la mala suerte de que ante ella iba una pareja mayor, la mujer la miraba como pensando en quién era la puta que tenía enfrente y el hombre no dejaba de mirar sus piernas y casi su culo, que estaba casi enteramente visible, menos mal que cruzó las piernas, si no sería su coño el que se vería claramente.
Algunas personas más en el bus la miraban y susurraban, al menos tenía el consuelo de que nadie la reconocería, pues no vio ninguna cara conocida.
Al bajar del autobús fue seguida de un murmullo. Llegó al gimnasio y de nuevo las miradas la acosaron.
Empezó a hacer ejercicio, y no pudo evitar que el body demasiado estrecho se le metiera profundamente por su culo y por su coño, que estaba por completo fuera de la prenda y al moverse, era fácil que cualquiera pudiera verle todo.
No paró durante una hora, eligiendo los aparatos más duros, pero el que más le avergonzó fue uno que sentada y con sus piernas alzadas, tenía que hacer fuerza abriendo y cerrando mucho sus piernas.
Algunos casi sin disimular se pusieron ante ella muy sonrientes ante tamaño espectáculo.
Sudaba como nunca y estaba muy roja, no sólo por el ejercicio desde luego y tampoco por la vergüenza, extrañamente estaba caliente, muy caliente.
Todos estaban pendientes de ella, y no era de extrañar, no sólo por su vestuario, sino que no era normal ver a una mujer hacer ejercicio con unos zapatos de tacón y mucho menos tan altos y de color rojo. Pensó que cualquiera podría oler y ver todo lo que chorreaba su sexo.
Terminó con quince minutos de bicicleta y se dirigió a las duchas. Estaba derrumbada, pero su coño ardía, necesitaba un orgasmo. Miró el reloj y se asustó. Se duchó y lavó bien los jugos que manaban de su coño. Salió de la ducha y comenzó a secarse en medio del cuarto, para que las mujeres que iban entrando la vieran bien desnuda. Cuando alguna se fijaba, abría bien las piernas y tuvo que reconocer que ninguna apartaba su mirada de su coño depilado.
Cuando contó al menos cinco que vieron bien su coño se vistió rápidamente. Pero no por ello dejó de ser el centro de atención. La camisetita de la que sobresalían los pezones, los tacones y el ponerse esa faldita tan corta era bastante llamativa y un pequeño murmullo sonó en las duchas cuando ella se agachó para coger su bolsa y mostró claramente su culo y su coño desnudos.
Miró el reloj y salió casi corriendo del lugar. Había una farmacia justo en la esquina del gimnasio.
Al estar en la calle fue consciente de que tenía toda la pinta de una prostituta, no es que a estas alturas le preocupara mucho, pero le pareció normal que muchas personas se volvieran al verla caminar por la calle.
Cuando entró en la farmacia se dio cuenta de que iba retrasada con el horario previsto y se dio prisa en escoger los condones que había en una estantería. Se dirigió al farmacéutico y le preguntó si eran buenos y daban mucho placer.
El hombre, algo mayor, la miró desagradablemente y le contestó en el mismo tono, que ella seguramente tenía que saberlo mucho mejor que él. Su cara se tornó más carmesí aún con el comentario, deseaba que la tierra se la tragase. El hombre le dijo el precio de los doce y comprendió que el problema del dinero era bastante grave.
El primer bus fueron 150 pesetas y los preservativos le costaron 1.300, y tenía que coger dos autobuses más para llegar al centro comercial y lo de pagar el taxi o un bus para casa ni pensarlo y lo de comer lo tenía completamente descartado. Salió de la farmacia apresuradamente y fue a la parada más próxima para ir al centro comercial, miró el reloj y el tiempo no dejaba de correr desbocado. Mientras esperaba en la parada un hombre se acercó y le preguntó «¿Cuánto?» mientras le cogía el culo.
Ella se asustó, pero comprendió al instante que la confundía con una prostituta. Nunca llegó a pensar que le pudiera pasar algo tan humillante a ella, la llegada del bus la salvó de más contratiempos. Subió rápidamente, otras 150 pesetas, ya sólo le quedaban 400. Luego otro bus y la cuenta menguó a 250, por lo menos le llegó para comprar unas galletas en el centro comercial, pero ya no tenía absolutamente nada, rezaba para que el taxista fuera comprensivo y se conformara con la mamada. Ya hasta chupársela a un taxista por la cuenta de una carrera le parecía comprensible con tal de llegar a tiempo a casa.
En el centro comercial fue el centro de atención allí de pie comiendo galletitas en medio del pasillo para estar bien visible y con esa pinta, pero estaba tan hambrienta…
Por la calle su forma de vestir llamaba la atención pero allí dentro la cosa era ya escandalosa. Mientras se dirigía a la zapatería unos chicos iban detrás de ella comentándole de forma burda cosas sobre sus pechos y su culo casi visibles.
Llegó a la zapatería justo a las 8:30. Al entrar buscó rápidamente al joven que la atendió en la otra ocasión, pero no estaba por ningún lado. Paula nunca pensó en la posibilidad del que el chico no estuviera, el aprieto era tremendo.
En el instante en que se desvanecían todas sus esperanzas de conseguirlo, el chico apareció tras la cortina de la trastienda con algunas cajas de zapatos en sus manos. Ella corrió hacia él….
-Por favor, necesito hablar en privado urgentemente con usted.
-Un minuto, en cuanto acabe con esta señora -le dijo el joven desconcertado.
-No, por favor, ahora, se lo suplico, es urgente -le dijo Paula agarrándolo del brazo y con tono desesperado.
Lógicamente el joven reconoció a la mujer que atendió durante el fin de semana ¡Y cómo olvidarlo! El chico llamó a un compañero y le indicó que atendiera a la señora que esperaba sentada y entró en la trastienda con Paula.
-¿Dónde está tu novia, tía viciosa? -le preguntó descaradamente el chico.
-Ella no es mi novia, ella es… es mi amiga.
-¿Bien y qué puedo hacer por ti, algún problema con tus zapatos?, veo que te quedan muy bien.
-No, ninguno, necesito un favor urgente y no tengo tiempo para discutirlo.
-Bien, ¿qué necesitas?
Paula miró al suelo avergonzada sacando un condón de la bolsa…
-Necesito que se masturbe con el preservativo puesto para que pueda llevármelo lleno con su corrida.
-¡¡¡¿Qué?!!! ¡Tú estás mal! -exclamó el joven dirigiéndose fuera de la trastienda.
Paula lo agarró frenética por el brazo…
-Por favor, es en serio, yo haré lo que quiera, le ayudaré como quiera, pero tiene que hacerlo, por favor, se lo suplico… -Paula, desesperada, se arrodilló ante el chico que la miraba perplejo y comenzó a besarle los zapatos.
-Bien, tranquila, ¿pero cómo me ayudarás?
-Como usted quiera, yo se la chuparé como nadie se la ha chupado nunca, pero por favor, tenemos que darnos prisa.
El joven lo pensó por unos momentos. ¿Por qué no iba a dejar que una mujer atractiva y tan sexy le chupara la polla?
-Por favor, déjeme que se la chupe, por favor, lo necesito -seguía suplicando Paula casi sollozando.
El chico se sacó la polla aún algo fláccida y Paula le puso el condón y comenzó a chupársela con unas ganas tremendas. Nunca antes había chupado una polla con un condón puesto. Paula sentía cómo la polla se endurecía rápidamente en su boca y succionaba como si le fuera la vida en ello con toda la maestría de que era capaz. Comenzó a acariciar los huevos del chico a la vez que chupaba pensando que aquello lo llevaría más rápidamente al orgasmo.
-Lo haces mejor por segundos, zorra, pero no es suficiente.
Ella agitaba la cabeza frenéticamente, acelerando y chupando con fuerza.
-Cualquiera de mis amigas lo hace mejor que tú, zorra, así que esmérate más si quieres lo que necesitas.
-Vale, lo haré mejor -dijo con la polla en la boca y viendo cómo el tiempo corría.
Bombeó como nunca y poco tardó el chico en descargar un potente chorro en el interior del preservativo. Ella lo sacó cuidadosamente y le hizo un nudito guardando su precioso trofeo en su bolsa, en ese instante notó una mano en el hombro y al volver la cabeza aún de rodillas, se encontró con otra polla delante de su cara. Era el otro vendedor, que había observado toda la escena detrás de ella, que ni se había percatado de su presencia. Sin pensarlo, para no perder el tiempo, se la metió en la boca y comenzó a chupar, menos mal que el otro chico se corrió casi al instante y ella se tragó todo lo que el joven expulsó y le limpio la polla con su lengua.
Paula se puso de pie y se limpió algunos restos de corrida de sus labios y salió corriendo de la zapatería, dándoles las gracias a los chicos con inusitada alegría. Salió corriendo del centro comercial y miró su reloj, eran justamente las nueve. Tenía una hora para llegar a casa, que era un trayecto, si todo iba bien, de un poco más de media hora y además, tenía que convencer y hacer el trabajito al taxista. Se montó en el primer taxi que encontró, le dijo la dirección al taxista, y al minuto comenzó a contarle lo que pasaba, que no tenía dinero, pero que se la chuparía a cambio, pero que tenía que darse prisa.
El hombre en esta ocasión no se anduvo con tonterías y la miró con cara de alegría. Le dijo que iba mucho de putas, pero que nunca le saldría tan barata una mamada, que no sabía que hubiera putas tan baratas. Una nueva humillación para Paula. Pero el hombre le dijo que no se fiaba de las putas y que pararía a medio trayecto para que le hiciera el trabajo, no fuera que al llegar le armara un escándalo y encima ni le pagara ni se la chupara. Al rato, el taxista se desvió por una calle bastante discreta y Paula comenzó a hacerle el trabajito. Gracias al cielo el hombre no tardó demasiado en correrse y ella pudo guardar su segundo trofeo en la bolsa.
Extrañamente estaba contenta de haberlo conseguido con tanta facilidad, aunque hubiera tenido que aguantar las groserías de aquel último y desagradable hombre. Miró el reloj y vio que iba casi diez minutos sobrada de tiempo, era increíble. Apoyando la cabeza sobre el cristal de la puerta, Paula no dejaba de pensar en todo lo que había hecho y no dejaba de extrañarse de que estuviera tan feliz de haber conseguido cumplir todas las instrucciones que Alicia le había ordenado y cumpliendo con el tiempo fijado y encima de forma impecable, incluso tenía un atisbo de orgullo por haberlo conseguido, como si hubiera ganado un premio en un difícil concurso de la tele, haber superado el reto, incluso sonrió al pensar en esto.
Cuando le quedaba como un kilómetro para llegar a su urbanización se encontró con la carretera completamente atascada por culpa de un accidente, le quedaban menos de diez minutos, se alarmó. El hombre le dijo que al menos tendrían para un rato, que se relajara, pero ella no se lo pensó y saltó del taxi sin decir nada y comenzando a correr por la calle. Pensaba que se caería corriendo tanto con aquellos terribles zapatos y con las calles semioscuras.
Su bolsa chocaba contra sus hombros y sus pechos se salieron de la corta camiseta en su alocada carrera, pero no le importaba nada en absoluto.
Algunos coches hicieron sonar sus cláxones a su paso, con la carrera no sólo sus pechos estaban fuera, sino que la falda estaba casi en su cintura e iba mostrándolo todo, iba corriendo con unos tacones altísimos y prácticamente desnuda por la calle.
Llegó a la urbanización y pronto enfiló su calle sin pensar en nada, sin preocuparle que la vieran así. Sólo tenía una idea en la cabeza, llegar a tiempo para no perder el «concurso», el reto. Para ella era mucho lo que estaba en juego. Ya no sólo era el temor a que se descubriera el secreto, sino el hecho de no fallar.
A lo lejos vio la luz de su porche encendida y cuando estaba casi a unos doscientos metros vio salir a Alicia a la calle a punto de coger un taxi que la esperaba. Ella gritó con todas sus fuerzas que ya estaba allí, que no se fuera. Alicia se montó en el taxi y justo cerró la puerta cuando llegó Paula y golpeó en la ventanilla gritando…
-¡¡¡Ya estoy aquí, lo he conseguido, lo he hecho todo!!!
Paula estaba exhausta, rendida, jadeaba como un perro agotado, apoyó su cabeza sobre la ventanilla y miró a los ojos de Alicia, que la miraba sonriente. Alicia parecía que se lo pensaba, el taxista miraba alucinado los pechos de Paula que seguían fuera y miraba alternativamente a la joven que tenía sentada detrás.
Lentamente Alicia abrió la puerta y salió, con sus dedos bajó la camisetita de Paula y la abrazó sonriente. Paula se dejó caer sobre su pecho. Alicia cerró la puerta del taxi, pasó su brazo por encima de los hombros de Paula y se dirigieron a casa.
-Bienvenida a casa, no te preocupes, Sonia está en casa de su amiga Raquel estudiando, pasará la noche allí -le dijo Alicia al entrar.
-Lo he hecho todo, señorita Soto, lo he conseguido.
Al entrar cayó de rodillas a los pies de Alicia y abrió su bolsa, sacó los condones llenos y se los mostró a Alicia…
-¿Ve, señorita Soto?, lo he conseguido, por favor, mañana recupere las fotos y seguiré siendo su esclava, haré todo lo que me pida, señorita Soto, por favor…
-No te preocupes por la fotos, perrita, no hay ningún sobre con fotos sobre la mesa del Decano, te he engañado… -dijo riéndose burlonamente.
Paula estaba cansadísima, simplemente bajó su cabeza, en el fondo estaba muy contenta por cómo había salido todo.
-Bien, perrita, parece que hoy has pasado una tarde muy emocionante y excitante, y ahora aprovechemos que tu hija no estará aquí esta noche, tengo más sorpresas preparadas para ti…
Continuará…
Texto: José Luis Carranco – Iustraciones: José Morilla