DEBUT
El día de hoy se dará en el gran salón la presentación de un nuevo sumiso, el evento se lleva a cabo en una habitación elegante donde se observa una pequeña tarima en el centro de la habitación bañada con la luz cálida de un candelabro muy elaborado, suspendido bajo él lo que parece un mosquitero de franela negra; alrededor dispuestas en forma circular hay mesas colocadas en torno al pequeño escenario, aunque los rostros de sus ocupantes se escudan en la oscuridad. Sobre el centro de la tarima un único elemento destaca, una pesada silla de madera con un asiento de terciopelo, y sobre su respaldo, una solitaria fusta cuelga.
El murmullo de voces se apaga cuando se escucha el sonido inconfundible de tacones sobre el piso de porcelana; entra en escena la Ama vestida con holgados pantalones de vestir blancos y un ajustado corsé y una chaqueta abierta del mismo tono, lleva también un sombrero de un blanco reluciente que hace contraste con su cabello negro azabache, sin embargo se ve muy femenina con unos labios rojo fulana y sus ojos color chocolate con un sencillo rímel negro, al seguir su mirada que brilla con admiración notas que un su mano trae ataviado a una fina cadena caminando su precioso sumiso, un chico pálido tratando de no tropezar en los tacones que lleva, sus piernas enfundadas en unas medias de red negras es abrazar sus piernas pero dejan entrever una cremosa piel blanca, unidas a un liguero negro y usando unas bragas a juego con un sujetador de encaje que se ve apretado en la espalda. La cadena se une en un collar que lleva un cascabel que tintinea cada vez que traga y su manzana de Adán sube y baja, en su cabeza lleva una diadema con orejas de gatito y su expresión de vergüenza y excitación conjunta causan un murmullo entre los morbosos espectadores.
El sumiso tiene la mirada hacia el suelo, claramente mortificado y el cabello cerca de su nuca está húmedo por el sudor probablemente los nervios. Su Ama lo toma por el cabello tirando de su cabeza hacia atrás, le da un fuerte beso y mancha su boca con labial, señal de que le pertenece; al hablar su voz no es alta, pero va cargada de autoridad danos un espectáculo y que sea digno de apreciar el sumiso se nota cohibido ante la intensa mirada de su ama, avanza en dirección a la silla se coloca posando sus rodillas en el terciopelo y sujetando el respaldar con sus manos. Su ama agita la fusta en el aire y la lleva al trasero de su gatito, quien deja escapar un aullido de sorpresa y dolor.
—¡Olvidaste decir: Si Ama!
Con la contracción de su garganta el cascabel tintinea. La Ama se pasea y mira su obra como si fuera un lienzo y estuviera decidiendo que pintar.
—No lo olvidarás nunca más, agradece que tu Ama te dará un correctivo justo ahora —la respuesta al gracias llegó con una sucesión de azotes, el sumiso se retuerce en su incómoda posición y con cada azote va perdiendo porte, sintiendo el impacto que pica y arde ahí donde la fusta toca la piel y llega un punto donde la tarea de contener sus lágrimas se hace imposible. Cuando el ama se siente satisfecha, se remueve la chaqueta y la coloca sobre el respaldo, saca algo de su bolsillo, pero la visión de sus pechos turgentes distrae al público.
Levanta la barbilla de su sumiso que en este momento solloza de manera audible y le dice: “no ocultes el rostro, deja que todos te miren rendido a mi”, lame una lágrima de su rostro y muerde los labios de su gatito que al separar sus bocas queda jadeando, pero no altera su posición por nada del mundo, mientras su ama le baja los tirantes del sostén, expuesto su pecho, toma un pezón y lo retuerce y en algún punto los sustituye por una pequeña pinza, repite el proceso con el otro pezón y el sumiso solo emite un sonido lastimero mientras cierra los ojos, no se sabe si tratando de mitigar el dolor o producto de la satisfacción.
Su Ama lo mira con descaro de arriba a abajo, admirando su obra y las marcas de fusta satisfecha de causar el máximo impacto “buen chico, te voy a premiar” lo cambia de posición ahora sobre sus palmas y rodillas en la silla, su ama detrás de él se desabrocha los pantalones y estos caen en cascada al suelo, se aleja de ellos un paso y deja ver el arnés que lleva, una imagen que sorprende al público donde se escuchan algún murmullo, su sonrisa es terriblemente sardónica y cuando le pregunta al gatito que si quiere su premio él contesta “si Ama, por favor” cuando ella se coloca frente a el abre la boca por instinto o necesidad y en esa posición ella de pie y el arrodillado en la silla quedan a un nivel perfecto, mientras el gatito se deleita lamiendo el falso miembro ella le dice:
—Así te quiero siempre, tu placer mascota, tus gemidos y jadeos cada sonido que sale de tu boca me pertenece porque yo te lo provoco.
En ese momento comparten una conexión envidiable y el momento es tan íntimo que los voyeur en la sala se ponen calientes. El instante se corta tan rápido que cuando ella se retira el pobre gatito casi cae de la silla pero logra sostenerse como si tuviera garras (de seguro caer de la silla sería una falta grave) “eres un goloso” se coloca de espaldas a su sumiso baja con parsimonia sus bragas de niña las deja a nivel de sus rodillas y se puede apreciar como el gatito lleva en su trasero un tapón anal y un anillo constrictor en su pene, eso aumenta la lujuria colectiva al saber que el gatito tiene una necesidad insatisfecha.
Su Ama es una especialista en dar un show y jala los finos cabellos alrededor del ano de su mascota y con sus dedos tritura las nalgas mientras viste una mueca cruel en su rostro.
—Te gustan todos estos ojos sobre ti, ¿cierto?
—Si Ama —él contesta.
—¿Quieres venirte en frente de ellos?
—Solo si es su deseo, le daré lo que quiera en la forma que quiera.
La respuesta pareció agradarle, porque lentamente retira el plug y le dice:
—Ahora sobre tu espalda.
El gatito logra hacer cambio de posición y su Ama saca como una experta las bragas de sus piernas y queda totalmente expuesto, su Ama le advierte…
—No contengas tu voz, queremos escuchar.
Lo penetra de una manera torturantemente lenta y cuando el gatito parece a punto de quebrarse y pedir más, ella parece leerle el pensamiento y empieza con estocadas rápidas y certeras, en sus ojos el disfrute es tanto que contagia a los presentes haciéndoles creer que ese miembro falso es casi una extensión de su cuerpo y de pronto el sonido de una palmada corta el aire, el gatito deja escapar un dulce gemido y otros sonidos ininteligibles pero resiste estoicamente, se lo nota tan bien entrenado que cumple la faena por su deseo de complacer y no el miedo al castigo, su Ama le comenta “recuerda que te queremos escuchar” y de su pecho de forma entre cortada surgen las palabras… “Ama por favor se lo suplico, déjeme correrme, ha pasado tanto tiempo” lo interrumpe el jalón de las pinzas de sus pezones y no puede seguir hablando pues esta sin aire. Al mismo tiempo el Ama quita el anillo del pene y el sumiso traga de manera exagerada y toma una amplia bocanada de aire mientras su pene es liberado, luego casi en grito dice “gracias Ama, úseme, se lo ruego” Ante esa suplica el Ama muerde su labio con anticipación, mientras toma las piernas de su mascota y las cruza detrás de su espalda y acto seguido le deja ir dentro todas las pulgadas de su falo plástico; lo saca hasta la punta y arremete de nuevo con fuerza “Riégate para mí” de manera obediente el gatito sucumbe a la petición y fuertes chorros de un espeso esperma caen sobre el abdomen de gatito y casi se desvanece sobre la silla y solo alcanza a besar la mano de su Ama y decirle “gracias Ama” ella sale tiernamente de él y los oculta a ambos con la cortina de satén negro, los cubre a ambos y se cierra el telón.
Esta noche va a tener lugar un soberbio espectáculo, en el centro del salón en penumbra se alza una tarima alta, anteriormente escenario de tantos cientos lúbricos festivales y exposiciones en vivo, alrededor de él están dispuestas un gran número de mesas grandes y circulares, en las que se sienta la concurrencia de espectadores, emboscados en el anonimato de las tinieblas y de las máscaras versallescas de todo tipo que cubren sus caras y sus identidades. Un gran telón rojo cubre la tarima, y los asistentes cuchichean nerviosos e impacientes sobre el número que, según los rumores, presenciaran esa noche; un entregado sumiso, que anteriormente hizo su debut en aquel mismo salón junto a su ama, haciendo las delicias de todos cuantos lo contemplaron, haría de nuevo las delicias del público con una lujuriosa representación. Se alza el telón y todos callan de repente, el espectáculo está por comenzar, en el centro de la tarima se alza la ya conocida silla fija acolchada de terciopelo, alrededor de la cual girará toda la pantomima.
Un foco se enciende y alumbra al ama, que se aproxima a escena, llevando en su mano derecha una cadena tintineante que sujeta los grilletes que atan las manos de su joven y delgado sumiso. Ella viste enteramente de blanco, unas botas altas de tacón que le llegan hasta los muslos y realzan su culo, el rítmico “taclack” de las agujas de sus tacones golpeando el suelo de piedra pone la carne de gallina a los presentes por la excitación y el temor que estos producen al ser escuchados, ella pisa con fuerza y decisión. El resto de su indumentaria se completa con un pantalón fino que desaparece bajo las botas, un corsé apretado que destaca visiblemente sus senos y unos guantes de látex que le cubren hasta el antebrazo. Tras esta ama blanca e inmaculada vestida para la lujuria camina un chico que todos ya conocen, con la piel casi tan blanca como las ropas de su señora, completamente desnudo, que agacha la cabeza en una disimulada o inconsciente reacción de vergüenza ante tantas miradas extrañas cargadas de deseo que le contemplan. Sobre su cabeza luce una diadema con unas orejitas de gato negras, y de su culo sale una cola del mismo color, unida a la parte trasera de un plug que está profundamente anclado en sus entrañas. La audiencia recibe con un sonoro aplauso a ambos y estos se dirigen impasibles hasta el centro del salón.
La Ama conduce a su sumiso hasta arriba de la tarima y se sienta como una reina en la silla acolchada de terciopelo, luego le ordena a él que se ponga de rodillas junto a ella en el suelo. A un gesto del ama se oyen sillas arrastrándose y numerosos presentes comienzan a ponerse en fila frente a las pequeñas escaleras que conducen a la tarima, todos ellos hombres, todos ellos con las caras cubiertas por máscaras, en el espectáculo de esta noche el público masculino iba a tener ocasión de participar.
Pronto ya se ha formado una gran cola frente al acceso al escenario, tan larga que se pierde en la oscuridad del salón sin que sea posible otear su fin. La Ama cruza las piernas una sobre la otra y se pone cómoda, jugueteando con la cadena que sujeta los grilletes en las muñecas de su querido sirviente, y chasquea una vez sus dedos. Al instante la cola de personas comienza a ascender hasta arriba de la tarima, como una gran serpiente que se arrastra, y el primer hombre acaba enfrente del muchacho desnudo, arrodillado y encadenado. El hombre enmascarado y lujosamente vestido se abre la cremallera de sus caros pantalones y saca de ella su pene erecto y ya ligeramente húmedo, presentándoselo al efebo. Este lo toma con sus dos manos, unidas por los grilletes, y se lo mete en la boca sin mediar palabra, su ama observa, él comienza a chupar aquella verga con deleitación y cada vez más rápido hasta que el hombre le toma por la cabeza y se la mete hasta la garganta, soltando un gemido agónico, ambos se estremecen, se escucha un sonido de deglución, la manzana de Adán del sumiso sube y baja mientras traga el semen que es vertido directamente en su garganta, poco después el hombre se retira con un profundo suspiro de satisfacción, saca su verga empapada de saliva y se la guarda de nuevo en el pantalón, subiéndose la cremallera mientras da la vuelta y se dispone a bajar del escenario para regresar a su mesa.
Justo cuando el primer hombre no hace ni unos segundos que se ha retirado entra en escena el segundo, con la polla ya fuera, y se la hace tragar al chico sin delicadeza, no tarda nada en correrse y de forma tan abundante que el blanco y espeso esperma resbala por los labios del sumiso, que hace grandes esfuerzos por tragarlo debido a la extrema densidad del líquido. Antes incluso de que pueda hacer esto se encuentra con otro pene perforándole la boca, ahogándole al arrastrar con sus envestidas el semen acumulado hacia su faringe, haciéndole toser, pero aquel hombre no le permite que él se saque la verga de la boca hasta que se haya venido, por lo que le obliga a chupársela, al borde de la asfixia, hasta que eyacula. La tos descontrolada hace que el semen le suba al muchacho hasta la nariz, se le escapa por las fosas nasales y aquel individuo le tapa la nariz para obligarle a tragar, el chico se obliga a hacerlo y engulle toda la corrida que se ha ido acumulando en su boca, una cantidad tan grande de líquido que casi se sorprende de que le haya sido posible tragárselo de una sola sentada. El hombre le ordena que le enseñe la boca, él obedece y lo complace, abriéndola todo lo que puede y sacando la lengua para que vean su garganta, una boca tan bonita es casi tan deseable como un coño.
El siguiente en la cola se adelanta, masturbándose como un loco y, sin poder evitarlo, se corre nada más llegar frente al postrado efebo, que recibe, con un gemido de sorpresa y satisfacción, todo un chorro de blanca espuma en la lengua y la cara, rápidamente alguien aparta del camino al individuo onanista y ocupa su lugar, la orgiástica bacanal no ha hecho más que empezar.
Los invitados comienzan a encenderse de verdad, y la Ama, recostada cómodamente en la silla, observa con una expresión de profunda satisfacción el digno espectáculo que está dando su lindo esclavo: primero había ido chupando por turnos y uno a uno los miembros que se le iban presentando, hinchados y húmedos por los líquidos preseminales y, luego, en su furor, los participantes habían acabado por pasar de dos en dos, dando de si esa preciosa boca al intentar introducir en ella dos vergas al mismo tiempo, aquellos falos estallaban en pareja dentro de él y el semen resbalaba en cascada a lo largo de la barbilla y el pecho del chico. Finalmente, todo orden y concierto se esfumó, la cola de participantes se disolvió y aquello se transformó en una orgía que tenía como epicentro y protagonista al joven muchacho, que atendía a tantos invitados como le fuera posible utilizando su boca, sus manos y hasta sus pies y axilas. Algunas mujeres también habían comenzado a unirse a la afluencia y presentaban al sumiso sus mojados coños para que los lamiera, los chupara, los penetrara con su lengua empapada de semen y los masturbara con los pringosos dedos de sus manos y sus pies.
Tras aquella intensa y desenfrenada bacanal, que dejó al chico yacente, pegajoso, y aquejado de fuertes convulsiones orgásmicas, al borde del desmayo y sin fuerzas, la tarima había quedado cuajada de numerosas manchas y charcos de fluidos blancos y transparentes. El chico se arrastraba por el suelo, jadeante, sin poder ponerse en pie, mientras lamía aquellos charcos compuestos por el semen y los fluidos sexuales de los invitados y por sus propias babas. Los asistentes ya se habían adecentado y habían regresado a sus respectivos asientos. El ama llamó a su sirviente:
—Ven aquí.
El muchacho se arrastró penosamente y con dificultad a los pies de los prominentes tacones de su señora. El ama tiraba de la cadena de sus grilletes, que tenía en su mano, para hacerle desplazarse más rápido. Cuando lo tuvo postrado frente a ella lo miró con orgullo y aprobación.
—Lo has hecho muy bien. Lame mi tacón.
La Ama alzó uno de sus pies, y él comenzó a lamer y a chupar la aguja de su increíble tacón, como si todavía le estuviera haciendo una mamada a alguien más. Un rato después, cuando el ama se excito lo bastante de mirar lo que él hacía, esta se levantó y se bajó sus finos pantalones hasta los muslos, dejando a la vista de todos una preciosa vagina cuidadosamente aseada y afeitada. Observó a su sumiso desde esa posición superior, disfrutando del momento, estaba como hipnotizado, observando su coño. Ella tomó una fusta plana del respaldo de su particular trono y ordenó:
—Lámeme.
Le azotó la espalda con la fusta para despabilarlo y él hundió su cara en el sexo de su ama, comenzando a excavar en él con su lengua. Los espectadores estallaron en un aplauso de admiración, comenzaron a cuchichear, excitados de nuevo. El ama tomó con una mano la nuca de su chico y le obligó a apretar más la cabeza contra su vagina, hasta que casi le tapó la nariz, no le iba a dejar parar hasta que le diera el orgasmo que tanto deseaba, un orgasmo que no tardó en llegar, a causa de la explosión de toda la excitación acumulada por las innumerables lúbricas escenas del anterior espectáculo, que aún permanecían muy frescas en el recuerdo. Las piernas de ella temblaron y,
mientras se corría, azotó con vigor y alternativamente las nalgas expuestas del muchacho. Le tomó por los pelos y separó su cara de donde se encontraba, él tomó aire con fuerza, como si acabara de salir del agua tras aguantar la respiración, toda su cara estaba congestionada, roja y empapada de fluidos vaginales. Ella se inclinó y le dio un violento y lujurioso beso en los labios mientras sus manos aprovechaban para estrujar y masajear sus castigadas nalgas, después lo arrojó al suelo, donde quedó tumbado boca abajo, ella clavó uno de sus tacones en sus glúteos, realizando un movimiento de rotación para que lo sintiera bien, él gimió y dijo unas débiles palabras:
—Gracias… mi Ama.
El salón estalló en aplausos, el foco que iluminaba la tarima se apagó y se bajó el telón.
Un relato escrito conjunto por Master Sprintia con la colaboración de su amiga “Witchy”
Ilustración: sei shoujo.