Últimas entradas

Contacta con nosotros

Síguenos en las redes

ENCUENTRO BAJO LA LUNA

Salí de casa porque mis deseos ardientes no me dejaban dormir. Sola en mi casa, me había puesto el strapon que acariciaba suavemente. La noche estaba despejada, la luna brillaba en el cielo y una suave brisa la acompañaba, como suelen ser las noches de mi pueblo.

 

Soy solamente yo, una mujer de mirada intensa y curvas que invitan al pecado de los sueños más oscuros. Mis labios, rojos como la pasión misma, esconden secretos que solo aquellas criaturas capaces de entregarse por completo, pueden descubrir. Con un cabello oscuro que cae seductoramente sobre mis hombros y mi traje de látex ajustado a mi cuerpo, emanan un despiadado aura de misterio y deseo, que atrae a aquellos que se atreven a acercarse.

 

Caminando por el parque esa noche, escuché una melodía que parecía susurrar directamente a mis fantasías. Mis pasos me llevaron hacia él, hacia esa pequeña e insignificante criatura de unos 40 años y piel oscura, cuya presencia exudaba un magnetismo irresistible para mi. Mis ojos profundos lo desnudaban con cada mirada, y mi sonrisa pícara lo invitaba a adentrarse en un juego peligrosamente excitante.

 

Al acercarme con paso firme y pérfido, sintió cómo el calor de mi presencia avivaba el fuego que ardía dentro de él. Cada palabra obscena que salía de mis labios era como una caricia prohibida que hacía que su piel se erizara. La conversación fluía entre nosotros cargada de insinuaciones y promesas de placer, creando una atmósfera perfecta de tensión sexual que hacía que lo envolviese en un frenesí de deseo. Me acerqué despiadadamente hacia él, que aún estaba con su guitarra sentado en la hierba y con voz firme y sensual, le dije.

 

—Arrodíllate, sucio e ínfimo hippie de mierda —le espeté.

 

—Si, Señora —me dijo, sin rechistar, sabiendo perfectamente lo que le esperaba.

 

—Besa mis botas, insignificante criatura —le dije de manera burlona y una media sonrisa, se dibujó sarcásticamente en mi boca.

 

Comenzó tímidamente a besar primero una y después la otra. Con la punta de mi bota, levante su barbilla y le dije… “ahora quiero que sigas subiendo”… sus besos y lengüetazos se hicieron más intensos.

 

Aunque no hacía frío esa noche, siempre voy con mi abrigo de cuero largo, que ayuda a esconder mi juguetito y mi exuberante cuerpo. Le acerqué mi polla blanca y gorda y golpeé su cara con fuerza, y de su boca, salió un gemido.

 

—Chupa —. Y con fuerza se la metí dentro en la boca. Mis caderas comenzaron a moverse, primero suavemente y luego de forma despiadada que hacía que él se ahogara.

 

—Veo que estás disfrutando, ¡perro!  —le dije y de forma brusca se la quité.

—Ponte de pie —le ordené y en el acto estaba enfrente de mí, con la cabeza agachada.

 

Con mis uñas, acaricié su torso, hasta llegar a la bragueta de su pantalón. Su polla estaba dura, la cogí con mis manos y la apreté con fuerza.

 

Otro gemido emanó de su boca.

 

A unos 5 metros se encontraba un murillo de piedra y caminé hacia él, llevando aún en mi mano, esa polla que seguía firme. Cada paso que daba con mi trofeo, me producía una excitación brutal.

 

—Apoya las manos en el muro  —le dije y acató sin decir nada.

 

Con fuerzas le bajo el pantalón hasta las rodillas, y le digo que se incline. A mi vista, resplandecía su culo moreno, invitándome a jugar.

 

—Ahora verás lo que es delicioso para mi —le susurro suavemente al oído, escupo mi polla y mis dedos, y comienzo a acariciarle el ano, suave y firmemente… Otro gemido sale de su boca.

 

—Señora, ¡por favor! ¡¡¡no lo haga!!!  —me suplica con un hilo de voz.

 

—Claro que lo haré, sucio hippie —y sin esperar respuesta, le introduje fuertemente mi polla en su virgen culo.

 

—Arggggg!!!! mmm!!!! noooo!!!!” —Sus lamentos indescriptibles, se mezclaban con mi vaivén de caderas. Con una de mis manos cogía ya, su lubricada polla y con la otra, le tapaba la boca. Mi boca seguía susurrando palabras obscenas en su oreja. En un momento escucho que sale de su boca: “Nooooo aiiiiiiii!… y siento la viscosidad caliente de su semen en mi mano.

 

—¿Te has corrido, imbécil? —le interpelo con autoridad.

 

—Si, Señora, ¡¡lo siento mucho!!

 

—Que sientes, criatura de mierda?  —le miro fijamente a los ojos y sin esperar su respuesta, le doy una bofetada, que le vuelvo la cara.

 

—¡No volverá a ocurrir, Señora!  —dice sin mirarme a la cara, no puede sostener mi mirada.

 

Mis ojos destellan como el fuego.

 

—Claro que no volverá a ocurrir —Y con el mismo halo de misterio, me alejo de aquella criatura, que se desploma exhausto y aún con los pantalones en las rodillas, en aquel murillo donde fue vejado.

 

Me gusta vagar por las noches en busca de alguna víctima para sodomizar. Aunque la noche llegó a su fin y nos separásemos, el recuerdo de aquel encuentro carnalmente salvaje persistirá en su mente, alimentando el fuego en sus recuerdos y que arderá dentro de él, ansioso por volver a encenderse otra vez en mi presencia.

 

Cuidado, criatura… En los sueños también aparezco.

 

Solo falta que me invoques…

 

Mistress Daiana

Ilustración: Sergio Bleda

Publicar un comentario

Acceder

Registro

Restablecer la contraseña

Por favor, introduce tu nombre de usuario o dirección de correo electrónico y recibirás por correo electrónico un enlace para crear una nueva contraseña.