VERANO
El calor en julio se hacía insoportable en España. Decidí organizar un viaje por algunas semanas al Hemisferio Sur y así aprovechar para ver a mi familia. Siempre había sentido una atracción por lo tabú. Tengo una mente inquieta y un corazón perverso, y así me adentré en este mundo, con la idea de encontrar una conexión profunda que me llevara a experimentar un placer intenso. En mi búsqueda, me convertí en Dominatrix, guiando a otros en sus fantasías y deseos más oscuros. Cada encuentro era un nuevo viaje, lleno de emociones y límites que explorar. Pero lo que no sabía era que mi propia esencia podría ser desafiada en el camino, llevándome a descubrir mucho más sobre mí misma de lo que jamás había imaginado.
Se me hace difícil hablar de esta experiencia, ya que para hacerlo, tuve que romper con mis propios prejuicios, impuestos por una sociedad que condena lo que está fuera de lo socialmente aceptado. En este descubrimiento, tuve la suerte de estar rodeada de un grupo de personas que viven hace mucho tiempo de este estilo de vida, respetando siempre los principios de la Dominación Femenina.
Pero al volver otra vez a mis raíces, enfrentarme a los problemas cotidianos que se me hacen cada vez más ajenos, a una cultura y valores que ya no siento como míos, me encontré en un profundo dilema, y el mundo que me había creado, comenzó a desmoronarse. Comenzaron las dudas y las miradas, muchas veces inquisidoras, cuestionaron en mi, si realmente, quería seguir siendo Dominatrix. A eso obviamente, se le sumó que no logré realizar ninguna sesión, ya que los posibles candidatos al final del proceso, no se presentaron…. ¿Se habrán acojonado? o ¿no era lo suficiente interesante para el sumiso latinoamericano?… No lo sabré y a estas alturas, poco me importa.
Y no me importa por una simple razón… En mi mundo, las reglas las marco yo. Y eso no quita que a veces la incertidumbre me invada y sienta que me pierdo. Sin embargo, en mi mundo bedesemero, me siento resguardada y protegida. Acaricio mi flogger pequeñito que llevo siempre en mi bolso y eso me ayuda a conectarme siempre con lo que he decidido ser.
Al volver, tuve que hacer escala en Madrid por un par de horas, el cansancio de más de 14 horas de viaje se hacía evidente a esas alturas. Solo deseaba llegar a casa y meterme en la bañera unas cuantas horas. Mientras deambulaba desprevenida por las tiendas del duty free y absorta en mis pensamientos, de forma inconsciente, saqué mi flogger y empecé otra vez a acariciarlo. Como ya os he dicho, me sirve para conectar conmigo y en ese proceso siento que un poder perverso se apodera de mi. En ese momento, el cansancio había desaparecido y extrañamente los pantalones negros ajustados, pero cómodos, habían cogido un tono mas brillante, como también la camiseta de tirantes que llevaba debajo de un suéter bastante holgado. Todo en mi había cambiado. Mis pasos por los pasillos del aeropuerto se hacían cada vez más notorios y captaba muchas miradas y no solo de hombres, también de mujeres que veían en mí alguien a quien imitar, la seguridad que salía por todos los poros de mi cuerpo, se hacía evidente.
En un momento, veo a un hombre de unos 30 años, que se queda perplejo e inmóvil ante mi. A estas alturas de mi vida, sé el perfil de cada criatura, no solo por como me mira, sino por la actitud que tiene hacia mi. Se acercó lentamente con la cabeza agachada y me saludó.
—¡Buenos días Señora! —me interpela y se arrodilla ante mi.
—Buenos días criatura, ¡dime tu nombre! —le extiendo mi mano para besarla.
—Mauro, Señora. Perdone mi atrevimiento, pero la he estado observando sin su consentimiento y me gustaría agasajarla.
—¡Te escucho! —le espeté con mi voz suave e intensa, como si fuese un puñal que atravesaba y conectaba con sus deseos más ardientes.
—Me gustaría que me hiciese el honor de acompañarme al Lounge Vip. Tengo reservada una sala de reuniones, por que estoy de viaje de negocios y…
—No me interesa que haces aquí, ni con quién estás, ni nada de tu vida…
—Perdóneme Señora, por aburrirla con mis nimiedades. He venido solo y desde que la ví, he sentido la necesidad imperiosa de ponerme bajo sus pies y servirla.
—¡¡¡Así me gusta criatura!!! siempre a mis pies. Estoy cansada y me gustaría darme un baño.
—Sus órdenes son un placer para mí.
Se pone de pie, coge mi equipaje de mano y me indica, sin mirarme, dónde está el salón. Comienzo a caminar con la seguridad que toda Diosa tiene en su andar. La criatura va dos pasos detrás de mi. En un momento, me despisto y tomo una dirección equivocada.
—Señora, perdóneme, pero por ahí no es —Le escucho decirme.
—Irás delante de mi, como mi perro lazarillo.
—Entendido Señora, sus órdenes son placer para mí —vuelve a repetir.
De forma inmediata, se pone a cuatro patas y comienza a caminar como un buen ejemplar. Las miradas curiosas comienzan a aparecer. Ellas esbozan alguna sonrisa y otros con extraña inquietud. Nadie nos increpó. ¿Puede ser que la sociedad se haya vuelto más permisiva a estas situaciones?… no lo sé, ni me importa.
Llegamos al Lounge, y mauro me señala el baño. Se acerca a la puerta que tiene un código, lo marca y la puerta se abre.
—Ya puede entrar, Señora.
—Gracias criatura —le extiendo mi mano y la besa otra vez.— Espérame fuera.
—Si Señora.
Cojo mi equipaje, que aún llevaba consigo, y cierro la puerta. Una vez dentro, observo la estancia y era bastante normalita, pero con todas las comodidades para un momento de relax. Abro mi maleta, y como siempre, comienzo a buscar mis artilugios. No encontré ninguno. Había olvidado que estaba facturado en bodega. Solo disponía de mi pequeño flogger, un pañuelo de seda y mis tacones que siempre van conmigo. Me cambio de calzado y abro la puerta. Allí estaba, inmóvil, como un perro obediente.
—Ven —le ordeno. Se pone otra vez en cuatro patas y entra al baño.
—Si Señora —Su voz era tan imperceptible que me costó entenderle.
—¿Qué has dicho, criatura?… —levanto la voz.
—Si Señora, ¡¡¡guauuuuu!!!…. —lanza un fuerte ladrido.
Mi cuerpo se estremeció ante su chillido, cojo el pañuelo, le tapo los ojos con intensidad y le digo que se desnude. Su cuerpo no dejaba de temblar, mientras le explicaba poco a poco, las prendas que me iba despojando hasta quedar desnuda. Le ordeno que se vuelva a poner de rodillas y me siento en su espalda como si se tratase de un labrador. Mi excitación se hacía evidente, su espalda estaba mojada por mis fluidos, mientras me frotaba con fuerza en ella. Entré en éxtasis. El hilo musical era ideal para esta ocasión. Siempre busco mi placer y después de tanto tiempo de inactividad bedesemera, no costó mucho para que tuviera un orgasmo. Y la criatura lo notó, no soy de disimular cuando disfruto.
Me levanto y pongo mi pie encima de su espalda y entierro el tacón. Primero suavemente y luego con pasión, recorriendo toda su columna vertebral. Cada gemido que salía de su boca, demostraba su entrega y placer… fijo mi tacón en el inicio de su hendidura vertical glútea (o sea, la raja del culo) y comienzo con un vaivén a presionarlo, mientras aún tenía cogido mi pañuelo, tapándole los ojos.
—Señora, ya no puedo más… ¿me da permiso para correrme?
—¡¡¡NO!!!… ¡¡¡no eres digno aún para hacerlo!!!! —Detengo de golpe mis movimientos.
—Siento el atrevimiento Señora, pero ya no podía resistirlo más.
—Me gusta tu sinceridad, mauro lazarillo. Pero ya te he dicho, no eres digno para ello.
—Lo entiendo Señora, perdóneme.
Me quito los tacones, y le ordeno (aún tenía los ojos vendados), que se meta en la bañera. Tanteando a duras penas, se mete y abro el grifo. El agua le recorrió el cuerpo y la diferencia de temperatura, hizo que eyaculara.
—¡¡Señora!! lo siento mucho.
—¿Qué fue lo que te dije?… ¡¡¡me has desobedecido!!!… —Cojo mi flogger y azoto su culo.
El tiempo se detuvo. No sé cuánto tiempo pasó. Quizás un par de minutos u horas… no lo sé. Solo sé que terminó enjabonando todo mi cuerpo. Salgo de la ducha, me visto y le ordeno que se quite la venda de los ojos.
—Vístete ahora y sal de aquí, ¡¡¡no quiero verte a la salida!!! —Lo hizo raudamente y tardó menos de un minuto en salir. Su respiración aún seguía agitada..
Miro el reloj, y mi avión salía en 30 minutos. Voy rápidamente a la puerta de embarque y ya dentro del avión, en la primera fila, veo que una mirada conocida me sonríe tímidamente.
—Por favor Señora, me gustaría tener el honor de su presencia a mi lado.
Sonrío perversamente y acepto.
No voy a contar lo que fueron esas dos horas de vuelo hasta mi destino. Pero si, que a partir de ahora, viajo en primera clase, gracias a mi perro lazarillo.
Autora: Mistress Daiana.