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LA FANTASIA FEMDOM

La fantasía Femdom es un conjunto de mitos y ensoñaciones que suelen incluirse dentro del universo BDSM, creo que a falta de un lugar mejor. El BDSM entendido como un conjunto de prácticas y de juegos eróticos consensuados es un líquido fácil de adaptar a cualquier botella que se quiera llenar mientras que la fantasía Femdom es agua pesada; no es fácil adaptarla al envase de la corrección política y se requiere mucha atención para manejarla.
   La fantasía Femdom es un mundo con reglas propias en donde reinan con altanería las villanas fetichistas que gustan de humillar y someter a sus víctimas masculinas sin darles la menor oportunidad de negarse. Lo que más llama la atención es que casi toda esa imaginería fue iniciada y desarrollada hasta el detalle por las mismas víctimas, yendo en contra de sus instintos sexuales y de conservación más básicos.
   Lo primero que salta a la vista en el Femdom es el atuendo fetichista que suelen lucir las dominatrices. A lo largo de los años, la dominación femenina se ha asociado tan fuertemente con el look fetichista que ambos se han vuelto indistinguibles. Pero si fuera sólo por la ropa y el arreglo, cualquier prostituta de cierto nivel podría invertir en cuero y latex y hacerse cargo de la fantasías de los hombres sumisos ganando así mucho más dinero y de hecho muchas chicas lo hacen. Pero lo que ellos fantasean va mucho más allá del aspecto exterior de la mujer a la que aspiran someterse porque los deseos de sumisión de los hombres suelen apelar a niveles más profundos de la consciencia.
   A veces se olvida que si la fantasía Femdom estuviera realmente basada en deseos femeninos y pusiera en primer plano el placer de las mujeres, la mayoría de nosotras interpretaríamos que vamos a ser atendidas y halagadas por verdaderos caballeros especialistas en dominar las artes del cortejo y dedicados las veinticuatro horas a hacernos más agradable la existencia. Quizás las más osadas fantasearían con tener amantes a voluntad pero me permito dudar si lo concretarían en la realidad. Pero de lo que estoy segura es que lo último en que la mayoría de nosotras sueña cuando piensa en hombres es en feminizarlos como a sissies mariquitas, sodomizarlos por la fuerza contra su voluntad, pisarlos con zapatos de taco, ponerles bridas de caballo para usarlos de pony o negarles el placer del orgasmo mediante dispositivos de castidad.
   Si excluimos a un reducido número de mujeres consideradas pervertidas y que por lo tanto suele mantener su gustos sexuales en secreto, este es uno de los terrenos en donde las diferencias entre mujeres y hombres se vuelven abismales. Lo que ellos fantasean cuando se refieren a someterse al placer femenino no tiene relación frente a lo que ellas consideran sus verdaderos placeres. Esta divergencia sin remedio obliga al candidato con fantasías de esclavo a esforzarse mucho para encontrar una mujer fetiche dispuesta a cumplir con el rol complementario al que él aspira. Dichas mujeres son (somos) una especie muy difícil de hallar.
   Entonces, la conclusión evidente es que la sexualidad que expresa la fantasía Femdom de los hombres está muy alejada de lo que las mujeres fantaseamos cuando pensamos en sexo. Es por esta razón que los pretendientes masculinos al goce del eterno sufrimiento enfrentan un obstáculo económico adicional. Como todo en la vida, un bien deseado y escaso se hace valer y cuesta caro. El camino que los conduce a su tan deseada torturadora personal suele estar tapizado de billetes y tarjetas de crédito porque las Señoras dispuestas a calzarse las botas de taco con el látigo en la mano saben cotizar muy bien su rara condición de soberanas castigadoras. Si desde la imagen erótica, ellas proponen a su multitud de seguidores las más sensuales fantasías fetichistas, también disfrutan sádicamente del poder de volverse gélidas y distantes cuando sus exigencias no son satisfechas hasta el detalle.
   El mundo de las dominatrices profesionales suele ser silencioso y discreto pero provoca expresiones de incredulidad cuando trascienden las cifras que un hombre es capaz de pagar para ser tratado como un esclavo por la mujer que lo seduce. ¿En serio que hay hombres que encima pagan para que una mina les haga esas cosas? es la frase más común que escucho de parte de conocidas. Sí que pagan, y ustedes no pueden imaginarse cuánto…suele ser mi respuesta. Las que lo saben hacer, llevan una vida de princesa gracias a sus esclavos. Y muchos de ellos ni siquiera le piden sexo.
   Casi siempre ellas se quedan pensativas.
Autora: Mistress Roxy

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