
HERENCIAS PATRIARCALES QUE AFECTAN AL BDSM
La fecha y el lugar exacto ya no importan y han quedado muy pocos recuerdos de esa noche en mi memoria. Sé que éramos un grupo de cultores del BDSM que nos habíamos conocido en La Casona del Sado de la calle Yatay, en Buenos Aires. En esa noche a la que me refiero, estábamos de sobremesa y conversábamos sobre diversos temas. En un momento dado, la dinámica de la charla derivó hacia las cuestiones de género vinculadas con la dominación y la sumisión y en particular, hacia el marcado contraste que notábamos entre las ambiciones de las sumisas y las de los sumisos. Fue entonces cuando uno de los participantes, un hombre dominante para mayor precisión, tiró la frase matadora. Lo que pasa acá en el BDSM es que mientras los sumisos quieren divertirse y vivir una fiesta, las sumisas quieren que les pongamos un collar.
Cualquiera que haya ingresado en un sitio web dedicado al BDSM y participado en sus debates o haya asistido a reuniones o fiestas, habrá podido observar que en general existe un modo de ser sumiso muy distinto para el hombre y para la mujer.
Mientras los varones sumisos suelen buscar ansiosamente a una mujer casi siempre hermosa y fetichizada para vivir experiencias sensuales, las sumisas suelen hacer hincapié en la propia dignidad de su condición y en su derecho a ser protegidas y cuidadas. Cuando les llega la hora de ser sometidas a situaciones de dolor o humillación, lo hacen equivaler a una pérdida de la virginidad, a un desfloramiento, a la demostración en carne viva de su capacidad de sacrificarse por amor.
Debido a costumbres ancestrales arraigadas culturalmente en el inconsciente colectivo, los comportamientos sumisos en la mujer BDSM se asimilan y se integran a los comportamientos sumisos femeninos que vienen desde el fondo de la historia. La sumisa juega en su tablero a un milenario juego femenino; se trata de hacer valer al máximo su entrega sexual. A través de esa entrega, la sumisa se hace merecedora del collar de su amo y comienza un camino de reconocimiento y aceptación desde su condición de Soy la sumisa de… en una comunidad BDSM que replica los viejos valores y méritos masculinos. El cuidado del dominante varón sobre su sumisa es visto como una lógica contraprestación por parte de él frente al enorme valor de lo que ella le entrega.
Mi conclusión, después de años de leerlas y escucharlas, es que debajo de la actitud y de los deseos de las sumisas, late el viejo molde histórico y social del patriarcado, aunque se lo disimule bajo los fetiches kinky y las prácticas sadomasoquistas.
En cualquier sociedad patriarcal, el hombre se hace merecedor del rótulo de Hombre cuando demuestra que puede mantener a una mujer desde lo económico y desde lo afectivo. En la sociedad BDSM, el amo es el responsable de la correcta ejecución de las técnicas y siempre debe estar listo para dar una respuesta ante las necesidades emocionales de la sumisa.
¿Acaso alguien puede negar que estamos hablando de lo mismo?
Creo que detrás de esta modalidad de la sumisa BDSM, se esconde la verdadera causa del porqué a las Amas bisexuales se nos hace tan difícil poder concretar una fiesta lésbica Ama – sumisa que escape al cliché de me gustaría estar con vos pero quiero que él también participe o la más versera, que suelo escuchar muy a menudo, lo que me interesa es un trío con una mujer dominante para ampliar nuestros horizontes.
Lo que ocurre detrás del desencuentro entre nosotras es muy simple. Nosotras las Amas queremos gozar de nuestra dominación sádica y femenina. Nosotras no somos patriarcales. La mayoría de las sumisas sí lo son.
Autora: Mistress Roxy